jueves, 25 de septiembre de 2014

La deshumanización del sistema

Por Ana María Constaín


Hay muchas cosas del mundo que no me gustan. Que me parece que no están bien y que podrían cambiar.
Soy soñadora. Idealista. Paso una gran parte del día filosofando. Diciendo como es que deberían ser las cosas.

Me indigno. Frecuentemente.
Con la violencia. La injusticia. El maltrato. El abandono.

Con la deshumanización.
El nivel de desconexión con las emociones. Con el mundo interno. Con todo aquello que no puede ser visto, medido, comprobado, controlado, evaluado.
La negación de todo lo que no puede ser comprendido y explicado con la mente racional.

Me indigno.
Me veo criticando con pasión el sistema. El gran enemigo.
Ese que convirtió los partos en escenas de terror. Los colegios en cuarteles del castigo. El trabajo en endemoniados corporativos que producen a costa de la felicidad. La salud en monstruosas farmacéuticas que nos envenenan con sus remedios y vacunas. La agricultura en semillas de la muerte.

La modernidad despiadada que nos lleva a la destrucción. Enemiga de la naturaleza. Invasiva. Poderosa. Nos engaña constantemente. Nos seduce con el consumismo que nos devora.

¡Que drama!

Vivir se vuelve intolerable. Y ser mamá peor.
Una lucha en contra de lo que no debe ser. Una crítica constante. Una insatisfacción permanente. Una rabia que crece con cada noticia que confirma el terrible mundo que habitamos.

Una tensión permanente.
Me van a robar el parto. Mis hijos se van a alimentar de toxinas. Les van a inyectar veneno. Van a ir a colegios que les lavarán la mente y los harán completamente infelices. Se van a enfermar si se separan de mi. Los van a robar. Los van a explotar.

Indignación.
Médicos, políticos, educadores, madres, empresarios inhumanos.
Indignación que no es más que la creencia de que todos los demás están mal y que yo podría hacerlo mejor.

Victimismo disfrazado de humanismo.
Superioridad disfrazada de conciencia.

Porque no están ellos y estoy yo.
No es el sistema en contra mío.
El mundo contra la humanidad

Somos lo que somos y estamos donde estamos
Todos somos parte.

Últimamente me he dado cuenta de este lugar en el que me pongo.
Me agoto.

Tengo más ganas de disfrutar la vida en lugar de ir en una cruzada para cambiar las cosas.

Practicar más esa humanidad que tanto profeso contactándome conmigo y los demás justamente desde esa humanidad.
Ese sistema somos todos, y esa conexión con el mundo interno que le falta es la falta de conexión que nos falta a nosotros mismos.
La “humanización” del sistema pasa por nuestra “humanización”.
En la humanización del enemigo.  De la capacidad de ver la esencia detrás del personaje. El mundo interior del médico frío, el empresario explotador, el político corrupto,  el profesor castigador, la madre abandónica, el padre maltratador… y tantos otros que vamos etiquetando.  Encasillando. Culpando de nuestras desgracias.

Yo también hago parte. Yo también soy ese sistema que rechazo. Yo tengo un poco de todos esos que no puedo tolerar. Y tal vez con un poco más de apertura puedo darme cuenta de que en eso que rechazo y hago a un lado, hay muchas cosas de las que puedo aprender, que me pueden servir, y que puedo disfrutar. 


Estoy aprendiendo a vivir un poco más en los grises.
Bajando mis nobles armas en esta guerra por la humanización
Y dejando que mis hijas disfruten de la vida y sus demonios, sin cargar con mi a veces rígida mirada de lo que se supone es bueno y saludable.

Integrando para trascender


domingo, 14 de septiembre de 2014

Amadas hijas, somos mujeres - Sobre la equidad

Por Ana María Constaín


Amadas hijas, 

Somos mujeres
Nuestro cuerpo es diferente al de los hombres
Eso es fácil de notar (a veces)

Somos mujeres
Femeninas
Sensibles, emocionales, intuitivas, generosas, comprensivas, flexibles, receptivas, delicadas, pasivas, blandas, contemplativas.  Empáticas y Amorosas.
Nuestros cuerpos nos permiten gestar, parir y amamantar a los bebés. 
Luego cuidarlos, conectar con ellos para asegurarnos de que tengan lo que necesitan. Podemos cuidar de nuestro hogar. Asegurarnos que sea un lugar nutricio. Sembrar y cocinar los alimentos.
Sabemos relacionarnos y comunicarnos mejor. Así que podemos tejer redes y crear comunidad. Para sobrevivir.

Los hombres son masculinos.
Fuertes, racionales, intelectuales, decisivos, asertivos, prácticos, estratégicos, directivos, realistas, activos, duros, perseverantes.
Sus cuerpos les permiten asegurar que la especie humana no se acabe. Luego proteger a la familia de cualquier amenaza externa. Ellos se aseguran de que nosotras las mujeres tengamos de afuera lo que necesitamos. Alimento, abrigo, seguridad. Pueden hacer inteligentes planes para salir y explorar y volver a salvo con lo que necesitamos en casa.

Se supone.  

Tal vez antes así era.
Pero los seres humanos somos complejos.
No queremos solo sobrevivir.

Así que hoy las cosas no son solo así. Y eso es muy confuso. Porque mujeres y hombres nos preguntamos continuamente que se supone que somos y que se supone que hagamos.
No nos conformamos. Nos aburrimos y exploramos nuevas cosas.

Amadas hijas,
Somos mujeres
Y yo no tengo tan claro lo que eso significa.

Porque en algunas cosas yo me siento muy femenina y en otras muy masculina.
Y lo mismo le pasa a papá.

A los dos nos gusta cuidarlas y protegerlas. Amarlas. Quedarnos en casa para jugar, crear y pintar. Salir a trabajar.
Hacer planes y estrategias para poder conseguir lo que necesitamos. (eso yo lo hago mejor)
Confiar en la vida y su abundancia (y eso papá lo hace mejor)
A ninguno de los dos nos gusta cocinar.
Y los dos trabajamos en el mundo emocional. Acompañamos, ayudamos y cuidamos de otros. Exploramos el mundo interno e intuitivo.
Los dos somos buenos con las palabras. Aunque a mi me gusta mucho mas hablar y hablar. A papá le encanta ver deportes y a mi me gusta más bailar.
Nos gusta leer y cultivar nuestra mente.  Contarles cuentos. Enseñarles a leer, escribir, contar, investigar el mundo.
A mi me gusta coser. A papá los computadores.
Yo puedo hacer mil cosas a la vez. Pero siempre siempre tengo mucho en mi cabeza.
Papá en cambió tiene que hacer una cosa a la vez, pero puede desconectarse
Los dos somos complacientes y consentidores. Y a veces fuertes y frustradores.
.

En nuestra casa lo femenino y masculino está muy mezclado.
Y les confieso que a veces me siento mal. Porque aunque me encanta como soy a veces creo que debería ser más femenina.
Especialmente desde que soy mamá. Porque la maternidad es muy femenina. Y necesita de todas esas cualidades.
Y claro, mucho de eso surgió naturalmente desde que empezaron a crecer dentro de mi.
Pero algunas cosas no. Como parirlas y amamantarlas. O quedarme plácidamente en casa conectada con ese mundo interno, constantemente.
Por mucho tiempo me he peleado con eso.

Amadas hijas,
Somos mujeres
Pero eso no nos define.
Creo yo, porque hoy nos estamos integrando. En muchos sentidos. Eso quiere decir que las mujeres tenemos aspectos masculinos. Y los hombres aspectos femeninos. Estamos encontrando un equilibrio. No solo las personas. También el mundo. Y en esa búsqueda vamos de un lado para el otro. Probando, aprendiendo, descubriendo partes que desconocíamos. Para ser mas completos. Para usar todo nuestro potencial de seres humanos.

Somos mujeres, pero no tenemos que ser solo femeninas. Si seguimos integrándonos, podemos elegir lo femenino y lo masculino según la situación.
Podemos relacionarnos con los hombres de una manera menos dependiente. Porque no nos necesitamos tanto unos de otros para sobrevivir. Más bien nos acompañamos y complementamos danzando entre ambos polos. Tomando lo mejor de ambos mundos.

Ser mujeres es una de las tantas cosas que somos.  Pero no define quien somos. Porque somos mucho más que un género.

Así que amadas hijas,
Ser mujeres es eso. Un aspecto de quienes son.
No es más o menos que ser hombre.
Aunque muchos y muchas lo crean así
No tiene una sola forma de ser.
Aunque insistamos en encajarnos en descripciones rígidas,
Nuestro poder y nuestra fuerza no están en ser lo uno o lo otro
Ni nuestro amor. 

Amadas hijas,
Somos mujeres,
Y más allá de eso,
Somos todos iguales en nuestra esencia.
Todo lo demás es forma.
Y esa diversidad de formas hace el mundo más maravilloso


Está en ustedes descubrir como son.
Como quieren desplegarlo en el mundo

Explorarlo,
Cuestionarlo,
Experimentarlo
Resignificarlo,
Trascenderlo,


Y amar todo lo que son.

*Autoe de la imagen Michael Créese

jueves, 4 de septiembre de 2014

Adicta a la explicación

Por Ana María Constaín




Soy adicta a la explicación

Me cuesta vivir en ese horrible territorio del no entender
Porque si no entiendo no puedo hacer nada para cambiar las cosas
Y hay cosas que simplemente no pueden ser así.

No puede ser que el mundo este lleno de sufrimiento, dolor, enfermedad, maldad
De días oscuros en que cuesta respirar

Entonces, soy adicta a la explicación, porque vivo en una ilusión de que entender me da el poder de transformar.

Mi mente es la gran protagonista, pretenciosa, dominante, invasiva

Sobretodo limitada

Pienso,
en mi adicción busco explicaciones
Teorías y autores, estudios, ensayos
Acudo a mi inteligencia

Caigo constantemente en esta trampa. Una trampa que me lleva a falsas conclusiones,
y en este esquema de causa – efecto mi alma, siempre sale perdiendo.

¡Porque si al menos mi mente fuera compasiva conmigo!

Hay días, como hoy, en que pienso que no sirvo para ser mamá. Días en que tengo el corazón partido pensando en la manera en que constantemente daño a mis hijas.

Porque soy impaciente, y me gusta trabajar. Porque tantas veces mis intentos por estar juntas y felices terminan en tormentas de gritos y regaños. Porque no puedo contestar sus interminables preguntas y después de un día de tenerlas encima mi cuerpo pide espacio. Porque a veces me gusta el silencio, y disfruto enormemente ese rato al final del día cuando están dormidas y puedo descansar.

Mi mente escanéa todo ese conocimiento. Es bombardeada por todas esas frases que convenientemente escoge para martirizarme

Al final el mundo esta como esta porque las madres abandonan a sus hijos. Porque no son suficientemente amorosas. Presentes. Compasivas. Complacientes. Generosas. Entregadas.

El mundo está como está porque falta mamá. Falta su amor. Su cuerpo. Sus tetas. Su leche. Su amparo.

Los niños enferman porque son separados de mamá. Los niños se traumatizan porque mamá no los mira. Los niños tienen miedo porque mamá no está.

La infelicidad se gesta en el vientre. En el parto. En la cuna. En las guarderías. En las jornadas extendidas. En la ciudad capitalista. En el mundo feminista que despojo a las mujeres de su feminidad. En el patriarcado que oprimió a las madres.

Entonces, mi mente lo entiende.

Los miedos de Eloísa, el virus de Matilde, sus pesadillas e impaciencia… los causo yo con todas mis carencias y dificultades. Con mis falencias y defectos.

Mi mente sigue… Lee. Estudia. Discute. Racionaliza. Opina. Teoriza.

Explica.

Hay días, como hoy, cuando mi cabeza ya va a estallar que recuerdo que esta mi adicción es solo eso. Mi escape,
Mi necesidad de control.

Que la felicidad de las niñas y un mundo mejor dependan de mi al menos me muestra un camino.
Aunque sea uno angustioso. E imposible.

Paro.

Respiro.

Siento.

Contacto.

Me doy cuenta de mi angustia. De lo insoportable que es estar en el vacío.
Ese vacío de no entender.
Ese vacío de lo incomprensible e inexplicable.

En donde solo existe el momento presente.

El dolor es solo dolor.
La enfermedad es solo enfermedad.
Y la tristeza y el miedo.
La alegría.
Los pensamientos

Suelto.

Puedo entonces estar. Aceptar. Dejar de etiquetar. Dejar de pretender estar en otro lugar y de ser alguien diferente.

Dejo de insistir en cambiar. A mi. Al mundo. A todos.

En ese breve instante conecto con mis hijas y podemos encontrarnos. Compartir todo lo que hay.

Historias, preguntas, nuevas palabras, heridas de parque, gritos, reglas de casa, cuentos, corazones partidos, monstruos, carcajadas, pañales mojados, dulces prohibidos, cuerpos cansados, sueños renovados, princesas, mocos, ganas de estar, dolor de separarnos….

Todo.

Cabe todo.

Y lo que cada una necesita surge de la profundidad. Se hace evidente. Claro.

Poco o nada tiene que ver con mis fabricadas explicaciones.

Mucho tiene que ver con nuestra creciente capacidad de contacto y aceptación.


Y con una mente que se aquieta para darle a paso a quién Soy.