La conciliación laboral es uno de los temas complejos de la
maternidad. Pareciera a veces imposible.
Trabajo y bebé son dos mundos tan opuestos que es difícil
encontrar un terreno de encuentro.
Es un asunto en donde nos es muy difícil salir de los
ideales, y nos perdemos entre las críticas y las creencias impuestas de lo que
un niño necesita para crecer amado.
No es fácil. Un tema como tantos en la maternidad en los que
las mujeres terminamos ahogándonos en la culpa sin importar que decisión
tomemos.
Cuando nació Eloísa yo elegí naturalmente (o eso creía) quedarme
en casa por al menos un año. Me parecía posible. Me parecía necesario.
Importante.
Los días iban pasando y me di cuenta de lo difícil que era. A
veces insoportable. Se abrieron puertas inimaginadas. Quería volver al trabajo
lo antes posible para recuperar un poco de mi yo anterior. Para volver al mundo
de afuera. Porque los días se tornaban aburridos. Porque me sentía encerrada en
casa. Porque extrañaba el hacer. Ese mundo que pertenece a lo masculino.
Permanecí en casa.
Ahora en retrospectiva me doy cuenta de que en gran parte
fue por mandato. Porque tenía un discurso muy elaborado de porque las mamás
tenían que estar con sus bebés todo el tiempo. Todos los días.
Y también porque estaba entrando en territorios desconocidos
a los que no quería darles la espalda. Estar en mundos interiores, en esa
presencia silenciosa, en ese vínculo materno que a veces me producía tanta
desesperación.
Reinventarme, trascenderme. Darle a Eloísa todo ese cuerpo,
toda esa presencia que el bebé recién nacido anhela. Ser testigo de su
descubrir el mundo.
Estar sin escapar.
Adentrarme a mundos que me aterraban.
En ese sentido la maternidad se volvió para mi una
meditación constante. Una entrega al vacío. Un presente continuo en el que
nunca antes me había permitido estar. Y en el que crecí y me trasformé de muchas
maneras. (El desconocido mundo del postparto)
Poco a poco al irnos separando fui gestando proyectos
laborales. Y lo disfruté enormemente.
Quedé embarazada otra vez. Esta vez tuve la intención de
seguir trabajando. De encontrar ese equilibrio. Me fui dando cuenta de que no me
era posible. Habitándome, sintiéndome fui volviendo a casa. Al nido. Los proyectos
laborales que tanto me ilusionaban fueron insostenibles. Porque además Matilde,
igual que Eloísa me trajo un montón de aprendizajes. (La guerra entre "lo que soy" y "la madre")
La maternidad está llena de ciclos. Y con el bebé nacen
nuevos aspectos de uno mismo y mueren otros tantos.
Así que está vez sin tantos mandatos y un poco más de
conciencia de las necesidades de todos y de mis posiblidades, una vez más
terminé dejando a un lado mi trabajo (al menos el de afuera) por un año.
Y digo el de afuera, porque seguí con mis escritos, con mis
redes sociales, con mi trabajo en casa sosteniendo el CGS desde un lugar
diferente.
Así que no lo dejé del todo. Más bien lo reinventé. Lo
adapté a la familia. A mi energía. A mis hijas. A mi.
Este año también me costó muchas veces estar. Pude reconocer
también quién soy y aceptarme. Reconocer que no soy la perfecta encarnación de
la energía femenina.
Que la casa me queda pequeña. Que me gustan los territorios
intelectuales. Que disfruto montones estando con adultos. Hacer. Salir.
Pude reconocer y aceptar que estar con las niñas todo el
tiempo me parece aburridísimo. Que hay días que no quiero hacerme cargo de
ellas. Y que el instinto maternal que a
veces veo fluir con tanta naturalidad en otras mujeres, a veces me cuesta
encontrarlo. (La envidia del pene)
Aceptando esto, poniéndolo en palabras me di cuenta que
justamente este es el mayor problema que enfrentamos las mujeres en la
conciliación laboral.
Encajamos en descripciones demasiado estrechas lo que es ser
mamá. Lo que es ser trabajador. Lo que es ser papá. Lo que es ser familia. Lo
que es ser hombre y ser mujer.
Nos llenamos de deberías. Nos ponemos metas ilógicas.
Impuestas del afuera y no que surgen del interior.
Las mujeres que se quedan en casa son unas mantenidas
Las mujeres que salen a trabajar son unas desnaturalizadas
Las amas de casa están desperdiciando su vida
Las que no están con sus hijos todo el día están criando
criminales. ¿Para que tuvieron hijos?
Nos pasamos la vida dando cátedra de lo que debería ser. De
lo que es mejor para los niños según no sé cuántas teorías.
Que si la presencia para que se sientan amados.
Que si mejor que la mamá esté satisfecha y no llene a sus
hijos de culpas.
Palabras.
Palabras ajenas.
En un artículo, ¿Porqué las mujeres todavía no pueden tenerlo todo? (texto original en inglés)
Anne-Marie Slaughter, plantea el tema de frente. Habla de cómo las mujeres no
podemos tenerlo todo. Dice ella porque todavía no hay una verdadera equidad.
De alguna manera tenemos que elegir. Y la elección implica
renuncia.
Considero que este es el punto clave. No me parece que sea un
tema de cómo la sociedad no nos permite tenerlo todo. De la gran desigualdad
porque los hombres no tienen ni siquiera que plantearse estos asuntos.
Me parece que el tema es justamente que las mujeres queremos
tenerlo TODO.
Creo que esto es muy infantil. Porque repito. La elección
implica renuncia. Siempre. Para todos.
Dudo que los hombres estén felices de trabajar horas y
horas y no ver a sus hijos. Al menos hoy en día. Creemos que es un tema femenino. Porque la mamá es la importante. Y
nos ponemos, me parece, en un lugar muy exigente. Quererlo todo.
Una vez más, para mi, el camino ha sido la conciencia.
Hacerme cargo de mis decisiones. Ser responsable por mi vida. Estar presente en
mi para aceptar quién soy y lo que necesito sin cargar a mis hijas con esto.
Revisar los mandatos aprendidos. Darme cuenta desde que
lugar elijo.
Lo mejor que puedo.
Trabajar o no trabajar, no creo que sea la cuestión.
No lo es para mi, las horas de cantidad vs. calidad.
La satisfacción personal vs. el sacrificio de las madres.
El éxito vs. la familia
No creo que sea el gobierno quién tenga que solucionarnos el
problema.
Ni las licencias prolongadas ni la creación de más
guarderías.
Ni trabajar en casa
Ni los horarios flexibles
Ni una sociedad mas equitativa.
Por supuesto esto ayudaría mucho, y creo que hay muchas cosas por transformar.
Por supuesto esto ayudaría mucho, y creo que hay muchas cosas por transformar.
Pero ese es otro tema.
Porque aunque todo esto cambie siempre estaremos insatisfechas.
Porque aunque todo esto cambie siempre estaremos insatisfechas.
La conciliación es una conciliación con nosotras mismas. Con
estar en contacto con lo que somos y queremos y tomar decisiones adultas.
Trascender el individualismo sin confundirnos con el
sacrificio.
Ser capaces de mirar nuestra sombra de frente para dejar de
actuar como autómatas.
Liberarnos de mandatos impuestos y poder ser la madre que
queremos de una manera más auténtica y libre.
La conciliación surge de cada hogar. De cada madre y de cada
padre. De cómo desde esa conciencia se van construyendo nuevas maneras. Se
abren nuevas posibilidades. Nuevas maternidades y nuevas paternidades. Una
equidad que surge desde el interior de cada situación. De las necesidades
reales de cada persona y cada familia, con sus particularidades.
Para mi, los niños más que una madre en casa necesitan una
madre …y un padre… que hagan conciencia de sí mismos.