Criando con conciencia, presencia y responsabilidad. Este es un blog sin más pretensiones que poner en voz alta todas esas reflexiones de esta mi crianza a Eloísa y Matilde y de mi recorrido personal y profesional.
jueves, 22 de diciembre de 2016
Es simple...
Es simple, es mágico. Ponte frente a tus hijos y contémplalos.
Cuando estén haciendo eso que no te gusta, que te preocupa, que te parece incorrecto.
Permanece ahí. Observando. Sintiendo. Percatandote.
¿Que sientes?, ¿que juicios aparecen? ¿que te gustaria que fuera diferente? ¿para qué?
Contempla y date cuenta de tu mundo interior
Observate en ese reflejo que ellos te ofrecen.
Sus gritos, llantos, miedos, su rabia, sus conductas inadecuadas.
Contempla
Como es esto en mi?
Que gritos no he dado? Que llantos he contenido? Que miedos he callado? Que rabia que ignorado? Que conductas he reprimido? Cuanta libertad he sacrificado?
Contémplalos y deja que surja tu naturaleza.
Nombralo. Dale un espacio.
Diles con honestidad. Yo también quisiera gritar. Yo también me siento solo a veces. Yo también tengo ganas de llorar. Yo también siento miedo.
Dale voz a ese mundo que está oculto incluso para ti.
Recibe el regalo que te dan al mostrártelo con valentía.
Tus hijos develan eso que escondes.
Contempla, no intentes cambiar nada.
simplemente ama.
A ellos y a ti
martes, 20 de diciembre de 2016
¿Crisis de valores?
No creo que estemos en una crisis de valores. No hace falta más que ver la historia de la humanidad.
La pregunta ¿a qué hemos llegado?, me sobra. No es que vengamos de mejores lugares.
Con las imágenes recientes pienso...
Se hace evidente que la civilización es un fracaso.
Quisimos excluir lo indeseable. Enjaular el lado salvaje. Limarnos los colmillos. sonreirle al dolor. Castrar la sexualidad. Perfumar los malos olores, maquillar la verdad que los ojos no pueden ocultar.
Nos refugiamos en los modales, la diplomacia y la buena educación.
Nos creímos la foto de la familia sonriente.
Mandamos al sótano todo lo que no nos gusta.
Nos ahogamos en los "buenos valores" y la "gente de bien".
No estamos en una crisis de valores. No está decayendo la humanidad.
Esta muriendo una civilización represora, que ya no puede ignorar la oscuridad descaradamente excluida.
No alcanza con mandar luz a los malos. Incluir en nuestros rezos a los Ángeles caídos. Desterrar a los que no pueden seguir las reglas.
La civilización cae a pedazos y la mierda sale de las alcantarillas.
Ya no hay perfume que alcance.
La pregunta ¿a qué hemos llegado?, me sobra. No es que vengamos de mejores lugares.
Con las imágenes recientes pienso...
Se hace evidente que la civilización es un fracaso.
Quisimos excluir lo indeseable. Enjaular el lado salvaje. Limarnos los colmillos. sonreirle al dolor. Castrar la sexualidad. Perfumar los malos olores, maquillar la verdad que los ojos no pueden ocultar.
Nos refugiamos en los modales, la diplomacia y la buena educación.
Nos creímos la foto de la familia sonriente.
Mandamos al sótano todo lo que no nos gusta.
Nos ahogamos en los "buenos valores" y la "gente de bien".
No estamos en una crisis de valores. No está decayendo la humanidad.
Esta muriendo una civilización represora, que ya no puede ignorar la oscuridad descaradamente excluida.
No alcanza con mandar luz a los malos. Incluir en nuestros rezos a los Ángeles caídos. Desterrar a los que no pueden seguir las reglas.
La civilización cae a pedazos y la mierda sale de las alcantarillas.
Ya no hay perfume que alcance.
jueves, 15 de diciembre de 2016
Rushen
Despierto ,
De la ilusión de la dualidad, siendo esa dualidad hasta el extenuamiento
Girando infinitamente en la rueda de la vida
Queriendo descabezarme para aliviar el peso de los pensamientos
Doy espacio a emociones olvidadas, excluidas e ignoradas. Inmersa en una rabia desgarradora, en la culpa que me devora. Vergüenza, envidia, celos asfixiantes. Lamentos interminables.
Mi voz por fin pronuncia lo innombrable. En ese estado aterrador surgen sonidos por iniciativa propia desde las profundidades. Gemidos, canciones, gristos desgarradores.
Mi cuerpo traspasa cualquier límite conocido y cambia la forma junto con el transitar del interior. Vómitos, fluidos, golpes, placeres, orgasmos. La piel atestiguando el movimiento.
No hay escapatoria
Los reinos inferiores abren sus puertas infernales a Estados instintivos, animales, hambrientos e insaciables.
Todo está ahí y siempre ha estado
El reino humano aparece con su remanso.
Me seduce con su esperanza, sus plegarias. Las notas suaves y un calor me da un refugio. Temporal.
Hasta que el aburrimiento, la mesura y el cansancio del esfuerzo hacen girar la rueda nuevamente.
Voy en la incansable búsqueda de llegar a la iluminación. Con la mirada hacia arriba huyendo de los infiernos. Siempre en carencia, en competencia. Envidiando a aquellos en la cima.
La cima ilusoria de los dioses inmortales.
Porque una vez llegó, la luz me enceguece y la vanidad y la arrogancia toman el lugar. En ese espejismo el sufrimiento se esconde perfectamente camuflado en la bandera de la conciencia.
Llega la inevitable caída.
Sin una cima a donde llegar, una meta que perseguir o una ilusión de la cual agarrarme caigo en el vacío.
Me ahogo en la angustia y la desesperación
Nuevos infiernos
La rueda gira sin parar
Persigo inútilmente un anhelo de unidad
Andando en círculos en un camino inexistente
Entonces emerge el dolor más profundo y primordial
El dolor de la separación
Sólo hay asfixia y dolor. Me quedo sin piel.
Me deshago. Me desintegro.
Me fundó
No hay nada más...
Nada....
La nada
La vacuidad
Despierto.
Mientras no existe el tiempo
Hasta que existe. Y la rueda gira de nuevo
Ahora río en el fondo
El corazón vibra. Es.
Presencio está ignorancia y celebro su existencia
Ni hay nada por hacer, ni a donde ir.
Soy
Somos
La naturaleza de la mente.
... Y la rueda vuelve a girar...
miércoles, 7 de diciembre de 2016
Aparece la serpiente...
Aparece la serpiente con su veneno.
Surge de las profundidades amenazante, salvaje y despiadada. Podemos apedrarla, intentar cortarle la cabeza, arrinconarla, encerrarla. Podemos matarla.
Volverá.
O podemos desnudarnos ante ella. Vernos en sus ojos. Sentirla en nuestras entrañas olvidadas. Reconocer su veneno. Dejar de huir. Sabernos ella. Mirarla de frente y aceptar lo que nos refleja.
Si, podemos seguir culpando a la serpiente, defendiéndonos de ella,
pero si no nos damos cuenta de que la serpiente mora en nosotros,
en lugar de empoderarnos y protegernos,
terminará por envenenar nuestro corazón.
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