miércoles, 28 de junio de 2017

Dzogchen



Sus palabras van taladrando mi mente, abriendo espacio.

Son palabras cuya música llega directo al corazón. Palabras que colorean. Derriten la solidez de lo que creo tan real. Palabras que no hace falta comprender. Sólo recibir en la apertura de la no-meditacion.

Me confrontan con tantas ideas que me han servido de apoyo. Me muestran lo inútil de mi búsqueda incansable.

Peleo internamente tratando de hacer encajar esas palabras en mis esquemas.
Hasta que es inevitable rendirme ante la belleza de esos sonidos que van suavizando la rigidez.
Son enseñanzas que no se aprenden. Se experimentan.

Así que experimento la espaciosidad. Las conexiones entre todos y todo. El holograma que va cambiando al ritmo de una mente que se relaja. Se alterna con la angustia de intentar poseer este estado y volverlo permanente.

Es magia sin duda. Magia y misterio. Impensable. Incomprensible. Orgasmos cósmicos. Poesía.

Presencia pura.

Y es aceptación de la dualidad que se despliega en esta espaciosidad.
Renunciando a huir. A veces.
Porque no hay a donde ir.

Son palabras que abren puertas a destellos de la existencia más pura. Destellos que no se olvidan. Que catalizan la sabiduría. Por instantes Ya no hay adentro ni hay afuera. Instantes que recuerdan la ilusión del tiempo.

Y la delicia de la ilusión de un tiempo que me permite experimentar estos sentidos y ser la consciencia misma.

El erotismo de la vida.

Gracias Juan Sebastián Restrepo por tus palabras generosas en ese espacio sagrado que nos compartes

viernes, 16 de junio de 2017

Dragón

No hay texto alternativo automático disponible.


Ahí en la oscura cueva, estaba el dragón

A veces dormido, a veces atado luchando por escapar.

Tantas veces rechazado, temido, ignorado.

El dragón con tan mala fama.

Lo encontré y luché contra él. Le temí. Lo culpé. Intenté ignorarlo. Otras veces encerrarlo.


Hasta que lo miré de frente. Renuncié a dominarlo o eliminarlo.

Lo monte temblando de miedo

Sentí su fuerza, su ira, su pasión, sus celos, su envidia, sus instintos y sus impulsos, su hambre, sus gruñidos

Su dolor.

El dolor del encierro y del rechazo.

De las alas apelmazadas y el fuego apagado

Del cuerpo entumecido y pesado. De los intentos fallidos y la piel mohoseada en aquellas agua estancadas.


Lo acaricié. Lo abracé. Lloré en su lomo.

Me presenté ante él y poco a poco al abrir mi corazón el también me abrió el suyo.


Entonces se reveló la puerta y el dragón me guío hasta el tesoro oculto en la cueva.

El dragón y yo fuimos uno frente a la luz del tesoro escondido. La llave emergió del corazón ya abierto.

Abrimos el cofre de la intuición, la fuerza, la creatividad, la energía sexual, la vitalidad. Salió el fuego, se abrieron las alas, y se liberaron los rugidos imponentes que dan color a la voz.


Dejé de temerle y lo amé. Nos amamos.

Nos reconocimos.

Desde entonces viajamos juntos.

En las profundidades de la cueva, en las verdes montañas, en la.inmensidad del océano y en lo alto de los cielos.