viernes, 7 de septiembre de 2012

La guerra entre lo que "Yo Soy" y la Madre

Por Ana María Constaín.


Por más que intento seguir con mi vida normal, no puedo. Y creo que es esta lucha por pretender que nada cambie, al menos no todavía, la que más me tiene agotada.
Me está costando aceptar que desde el momento en que este nuevo ser inició su vida dentro de mí, ya nada es igual.
Mi cuerpo está al servicio de alguien más. Así lo siento. No me pertenece. Constantemente me pide quietud, casa, un ritmo lento que mi agitada mente no comprende. Me dice que comer, cuando parar, dónde estar. Y muchas veces no quiero escucharlo. Porque empieza esta guerra, que bien conozco ya, entre lo que “yo soy” y “la madre”. Que a veces parece tan incompatible.
Todo este terreno ganado en el afuera, mis “logros profesionales”, mi “libertad” que recién estaba recuperando, se desvanecen nuevamente. Y vuelvo a contactarme con esto que increíblemente había olvidado. Esta sensación de ya no ser. De perderme como individuo. De no ser solo yo.
Entonces peleo, intento mantener mi ritmo, seguir con mis planes profesionales, sosteniendo todo lo que he construido, siendo la misma mamá para Eloísa, la misma esposa, la misma hija… la misma.
Y no puedo
Porque no soy la misma.
Porque soy nuevamente madre de otro bebé. Aunque aún no esté en mis brazos.
Y la maternidad implica renuncia. Sobretodo renuncia a la imagen con la que tanto me identifico. Renuncia a lo que creo firmemente que soy.
Implica soltar. Fluir. Estar en un continuo presente en donde los grandes planes no tienen lugar.
Yo no soy muy buena para eso.
Porque me da miedo. Me da pánico bajarme del tren y que se vaya sin mi. Perder mi lugar si no lucho por él. Dejar de existir. De ser vista.
El embarazo y el postparto son mundos de adentro. Femeninos. Y las mujeres ya no sabemos muy bien como estar en estos mundos. Al menos hablo por mi. Porque por mucho tiempo se ha confundido lo femenino con la sumisión. La abnegación. El sacrificio. Y años de historia nos han permitido “salir” al mundo masculino. Y no queremos perder ese terreno.
Todo es confuso.
Hombres y mujeres estamos buscando un nuevo lugar. Uno más equilibrado. Que integre masculino-femenino. En general vivir más integrados. Que nuestra mente-cuerpo-emociones-espíritu, sean uno solo. Vivir menos disociados.
Yo lo intento.
Con Eloísa aprendí mucho sobre rendirme, entregarme, soltar el control. Cayeron estructuras viejas, me trasformé, crecí. En muchos, en tantos sentidos!
Y ella empezó a crecer y yo a re-acomodarme. Volví un poco – no totalmente – a mi “antiguo yo”. Porque el Ego se resiste. Le gusta lo conocido.

Ahora viene otro gran terremoto existencial, para recordarme lo que empiezo a olvidar.

No es tan fácil. No es tan difícil.
Si en el silencio y la quietud me dispongo a escuchar, todo está dado.
Si confío
Y me entrego
Y renuncio a este viejo hábito de quererlo saber todo, entender todo, controlar todo
Permito entonces que naturalmente surja esta mujer-madre. Sabia. Amorosa. Muy humana. Que puede fluir con el cambio. Que encuentra nuevas maneras.
Me permito ser. Conectada con mi esencia. Sabiendo que nada está en juego. Que no hay prisa.

Pero ser mamá se ha vuelto contracultural. Porque nuestra cultura poco entiende de ritmos maternales.
Así que a veces siento rabia. No quiero perderme de nada. No quiero adentrarme a un mundo a veces tan solitario. Tan lento. Tan aburrido. Tan poco visto. Con tan pocas recompensas externas.
Por supuesto que me resisto.
Porque este es un mundo desconocido que me resulta amenazante.
Sombrío.
Esclavizante.
Incontrolable
Incomprensible
Invisible
Caótico

Me resisto. Y me agoto.

Incluso mis palabras no parecen ya ser muy coherentes.

Estoy en este punto de rendición.
Que es cuando me doy cuenta de que al adentrarme a este temido universo se abren nuevas puertas.  Veo nuevas cosas.  Me encuentro con una parte de mi que muchas veces me esfuerzo por esconder. Y con nuevas personas.

Así que aquí estoy adentrándome poco a poco nuevamente en este mundo. Sacando a veces la cabeza por miedo a ahogarme, pero permitiéndome cada día un poquito más entregarme a esta nueva aventura. Despegándome mis máscaras para encontrarme conmigo misma y poder ser así la persona que quiero y necesito ser para este nuevo ser que crecer dentro de mí. Permitiendo la metamorfosis que me regala este embarazo. Entregándome al milagro.