Soy usuaria muy activa de las redes sociales, me encantan los chats y los voice notes. De hecho no soy muy fan de las llamadas de teléfono, y me encanta escribir las cosas importantes que quiero decir porque me aclaro y puedo ser mucho menos impulsiva.
Creo que muchas veces la tecnología facilita la comunicación y he sido testigo de adolescentes que se atreven a de decir lo indecible a sus papás gracias al WhatsApp, o personas que en un correo han podido transmitir importantes mensajes a personas a quienes jamás habrían podido hablar de frente,
Me gustan los mensajes escritos, y tantos medios me han acercado a muchas personas en muchos sentidos. Me han facilitado la vida.
Pero creo que hay conversaciones que son para tener frente a frente. Mirándose a los ojos, quizá tocando una mano, dando un abrazo, o simplemente teniendo el valor de mostrarse al otro, entero y sentir al otro entero, sin la comodidad de esconderse tras un aparato.
No es que las redes y la tecnología nos desconecten o nos distancien. Simplemente nos facilitan la cobardía, que es nuestra.
Insultar, atacar, renegar, mentir, ignorar, excluir, olvidar, terminar, agredir, bajo la protección de la distancia y la falta de contacto, es no hacerse cargo. Es no comprender el impacto que tienen las palabras, o la ausencia e ellas, es facilista y muchas veces violento.
Podemos sostener todo eso que tecleamos mirando al otro a los ojos? Sintiendo la respiración agitada, el latido del corazón alterado, las manos sudorosas y las piernas temblando?
Sintiendo al otro y reconociendo su humanidad? Sintonizando con su alma?
Sintiendo lo que siente con cada una de nuestras palabras?
Sintiendo al otro y reconociendo su humanidad? Sintonizando con su alma?
Sintiendo lo que siente con cada una de nuestras palabras?
Somos lo suficientemente valientes para decir lo que pensamos y sentimos en pleno contacto con el otro?
Si lo fuéramos, si antes de desocuparnos de palabras, o de ignorar a alguien, nos tomáramos unos minutos para contactar con el otro, para acompasarnos en ritmos, sentirnos, respirar, quizá aprenderíamos mucho más sobre el poder de las palabras, aprenderíamos a ser más claros y directos, honestos, y creo yo, seríamos menos violentos. Y el otro quizá podría recibir mejor nuestros mensajes, aceptar mejor los limites, defenderse menos, escuchar en el sentido amplio.
Si, hay conversaciones que necesitan presencia. Quiero tener la valentía de tenerlas cuando haga falta y enseñarle a mis hijas lo mismo, en esta era de tanta tecnología.