Amadas Hijas,
Las personas pasamos una gran parte de la vida buscando amor.
Queremos que nos amen porque eso nos hace sentir bien. Hacemos todo lo que sea necesario para que nos quieran, porque de lo contrario nos sentimos muy solos y tristes.
Necesitamos amor para vivir.
Algo así como las plantas, que necesitan agua. Ustedes han visto cómo se marchitan cuando se nos olvida regarlas.
Algo así como las plantas, que necesitan agua. Ustedes han visto cómo se marchitan cuando se nos olvida regarlas.
Las personas sentimos que nos marchitamos cuando no nos aman.
Por esta razón evitamos a toda costa quedarnos sin amor. Buscamos agradar a los demás para que se queden cerquita, así esto signifique hacer cosas que no queremos. Como cuando ustedes acceden a jugar algo que no quieren para no perder a sus amigos.
Aprendemos toda clase de artimañas que vamos probando a ver cuál nos funciona. Darle al otro algo que quiere, como por ejemplo prestarle nuestro juguete favorito; o decirle cosas lindas para que quiera ser nuestro amigo; así no pensemos eso de él. También podemos portarnos muy bien para que no se ponga bravo con nosotros y no hacer nada que no le guste aunque nosotros tengamos muchas ganas. A veces hasta nos portamos mal para que nos nos ignoren, porque sabemos que al menos así, nos tendrán que mirar.
Muchas cosas, amadas hijas, hacemos y dejamos de hacer para no sentirnos marchitados como esa planta sin agua.
El problema es que eso recibimos no es exactamente amor. Es aprobación, reconocimiento, compañia, protección, seguridad y tantas otras cosas que quizá también necesitamos.
Pero no es amor.
Pero no es amor.
Empezamos a creer que el amor solo lo recibimos bajo ciertas condiciones y entonces dejamos de ser lo que somos de verdad, y empezamos a comportarnos según lo que resulta cómodo y conveniente para las personas que están cerca.
Eso amadas hijas, es una gran pérdida.
Eso amadas hijas, es una gran pérdida.
Poco a poco vamos olvidando quienes somos realmente y nos pasamos la vida consiguiendo amor a cualquier precio.
Imagínense que están en un parque con mucha, mucha sed y el agua que venden cuesta más que todos sus juguetes, y además les piden que para dárselas no pueden volver a bailar, o montar en patineta, ni ver tv, ni comer chocolate. Pueden tener el agua sólo si se quedan sentadas, diciendo solo lo que les digan. Pero como tienen tanta tanta sed, ustedes dicen que sí.
Amadas hijas,
hacemos esto todo el tiempo.
hacemos esto todo el tiempo.
¡Renunciamos a tantas cosas para conseguir amor!
Sin embargo no nos damos cuenta de que el verdadero amor realmente está dentro de nosotros.
Es cómo si tuviéramos una gran fuente de agua adentro, de la que siempre siempre podemos tomar y nunca se acaba.
¡Así que no tenemos que buscarla en ninguna parte!
¡Así que no tenemos que buscarla en ninguna parte!
Nuestra fuente de amor interior es infinita.
Se nos olvidó que tenemos esta fuente, cuando éramos muy pequeños.
No sé muy bien por qué, Eloísa y Matilde.
Al parecer todos lo olvidamos y eso para mi no tiene mucho sentido.
En todo caso, recordarlo se ha vuelto el juego que a mí más me gusta. Aunque a veces sea difícil y tenga que pasar por muchos niveles y ganarle a monstruos de miles de cabezas. Tal como en sus videojuegos.
El secreto es que es bastante fácil acceder a esa gran fuente. Lo difícil es encontrar el camino, que ni siquiera es un solo camino.
¿Y saben cómo saben que están ahí?
Cuando lo sienten.
Es eso que sienten cuando juegan, bailan, se ríen sin parar. Cuando hacen algo que les hace olvidar el tiempo, cuando visitamos el mar y nos quedamos sintiendo las olas, o cuando miramos las estrellas. Esa sensación de tener el universo por dentro, que nos produce ganas de abrazar, dar besos, cantar y saltar.
Es tan inmenso, que queremos sentirlo siempre. El error es que creemos que los demás nos dan amor, pero no es así.
Lo que pasa en realidad es que cuando alguien ama, se hacen unas ondas, como las que salen cuando tiramos una piedrita al agua. Estas ondas hacen que el amor de otros hagan ondas también. El amor de cada uno activa el amor de los demás. El espacio se llena de ondas. Esto es muy poderoso y mágico.
Amadas Hijas,
Somos amor. Es asi de simple.
Así que no es que demos y recibamos amor, como un intercambio. Amar mas bien es Ser amor, simplemente dándonos cuenta de que lo somos y activando esas ondas que se unen a las de los otros infinitamente.
Por eso nos sentimos amados cuando estamos con otros. La presencia de otros engrandece nuestro amor, hasta que nos damos cuenta que todos y todo es amor y que no hay manera de no serlo. Solo podemos contraer o expandir estas ondas.
No podemos marchitarnos. Nunca vamos a estar solos.
A veces creemos que si, porque el miedo y muchas otras emociones crean muros alrededor de nuestra fuente interior. Esa es la verdadera soledad. Cuando nuestra fuente de amor está encerrada, no la sentimos nosotros, ni los que están alrededor.
Esto no está mal. Es parte de ser humanos. Las emociones crean esos muros pero también nos dan pistas para derribarlos. Es toda una aventura. Como un misterio a resolver.
Cuando resolvemos este misterio, ya no buscamos afuera, ni usamos nuestras artimañas para agradar o para que los demás se queden.
Somos amor y ya. Esto nos permite Ser lo que verdaderamente Somos porque no tenemos miedo de quedarnos solos.
Podemos amar incondicionalmente, que significa amar porque sí, pase lo que pase, hagan lo que hagan los demás, porque entendemos que el amor nunca se acaba. Sabemos desde lo más profundo que está siempre disponible y nos olvidamos del engaño de que el amor es una transacción.
Amadas hijas,
Ustedes tendrán que resolver su propio misterio. Encontrar el camino a su fuente.
Estas letras serán un recordatorio para cuando se sientan perdidas. Seguramente ustedes mismas me las leerán a mi cuando yo me pierda. Es parte de la existencia.