Apoyo completamente la lactancia materna. Y valoro muchísimo
la labor de tantas personas que están haciendo esfuerzos por fomentarla.
Aún así no pude amamantar a Eloísa. Y sí que lo intenté.
Con ella en brazos tuve algo claro: La lactancia no es
fácil. Al menos no para todas las
mujeres. Por qué, para mí es un
misterio. Creía antes que era un proceso natural y simple. Pero en el día a día
veo que no es así. Tengo algunas sospechas que apuntan a nuestra cultura, ritmo
de vida, desconexión con el cuerpo, intolerancia al dolor entre otras. Sin
embargo no me extenderé en eso porque este no es un artículo sobre lactancia.
Sí, apoyo completamente la lactancia materna. ¿Pero que pasa
cuando no se puede?
En lo personal aún me duele mucho cuando oigo a alguien
decir: “Si no le dio teta es porque en el fondo no quería.”
Para mí fue realmente difícil aceptar que Eloísa sería una
niña de tetero. Me había informado tanto en la importancia de la lactancia que
todos esos argumentos se me vinieron en contra a la hora de abrir un tarro de
leche. ¿Podré tener un buen vínculo con ella? ¿Será una niña enferma? .. la
lista es bastante larga. A eso le agrego mi frustración y profundo dolor por
“no ser capaz”. Porque se supone que el que quiere puede. Inmersa en la
búsqueda de razones, mirándome a mi, mirándola a ella, leyendo y oyendo
consejos, intentando todo lo que me fue posible, finalmente me entregué a la
realidad que estaba frente a mi: No iba a amamantar.
¿Fue rendirme? No lo sé. En ese momento empezó a ser más
importante para mí la relación con la bebé que añoraba contacto, que la
relación con el sacaleches y la idea de la lactancia fluida y perfecta. Esa
batalla me consumía y no me quedaba energía para disfrutar de la maternidad.