Tener a una persona en integración en el trabajo o en el colegio, no es cumplir un requisito de ley, no es ser muy buena persona, ni es hacer un favor a una familia desesperada.
Tener a una persona en integración es, si uno se lo permite, abrir el corazón y ser transformado para siempre.
Es ampliar la consciencia gracias a ese Ser qué llega y nos muestra el mundo desde nuevas perspectivas.
Es una oportunidad para replantearnos los conceptos de éxito, logro, amistad, normalidad, empatía, compasión.
Es poner en práctica la presencia, la aceptación y el amor incondicional que tanto necesitamos.
Es comprender que ellos no son un error del universo sino que por el contrario vienen a ayudarnos a despertar y recordar lo que estamos olvidando
Criando con conciencia, presencia y responsabilidad. Este es un blog sin más pretensiones que poner en voz alta todas esas reflexiones de esta mi crianza a Eloísa y Matilde y de mi recorrido personal y profesional.
viernes, 22 de abril de 2016
martes, 12 de abril de 2016
¿Qué es lo que más piden lo niños en consulta y en los grupos de niños?
Jugar. Jugar a lo que ellos quieran. Moverse. Usar su fuerza. Que no los obliguen a hacer lo que no quieren Decir lo que quieran sin ser juzgados, castigados, o regañados Quitarse los zapatos Pintar libremente. Sin instrucciones Ver cuentos de monstruos y dragones Hacer luchas Usar el material de arte libremente, untándose, ensuciando, explorando Construir lo que su imaginación sugiera Usar los juegos de mesa con reglas propias ¿Qué es lo que más les gusta oir? Aquí puedes equivocarte Si dañas algo lo reparamos Tómate el tiempo que necesites Me gusta como eres |
lunes, 11 de abril de 2016
Alta Sensibilidad
Por Ana María Constaín
Hace un tiempo me crucé con un artículo
que hablaba de las personas altamente sensibles. Al leerlo sentí un gran alivio.
No solo porque me sentí muy identificada,
sino porque además pude ponerle palabras a muchas vivencias que hasta ahora habían
estado en el territorio de la confusión.
A mi consultorio llegan muchos niños
altamente sensibles. Mis hijas, cada una a su manera, lo son también. Esto me ha
ayudado a reconciliarme con aspectos míos que había bloqueado completamente,
reemplazándolos con la razón y el intelecto. Con explicaciones lógicas y una
gran capacidad de análisis e interpretación.
En la medida que estos niños fueron
apareciendo en mi vida, algunas ventanitas empezaron a abrirse. Al principio
simplemente creía que era una facilidad para relacionarme con ellos. Pero poco
a poco me he dado cuenta de que me reconozco profundamente en muchos de esos
seres que se aparecen en mi vida como espejos que me devuelven la posibilidad
de amarme como soy.
Al ver y sentir el mundo a través de ellos,
recuerdo esa que he sido y despierto. No es fácil porque duele. Por eso
comprendo por qué en un principio me fui desconectando y por qué muchos niños
lo hacen.
Tantas veces me he peleado con mi
introversión y timidez.
Mi necesidad constante de ver la
profundidad de todo.
Mi melancolía y esa dificultad por
entender el mundo.
Mi paranoia.
Mis miedos.
Mi llanto fácil.
La necesidad de silencio y espacio.
Mi profunda soledad que nada tiene que
ver con la cantidad de personas que me aman y rodean.
Mi queja.
Mi intolerancia al dolor físico.
Mi agotamiento constante.
Mi quietud.
Y a la vez mi poca tolerancia a la
lentitud.
Mi dificultad para adaptarme a cambios
imprevistos.
Mis ganas de ser invisible.
Mi terror a la exposición.
Y al mismo tiempo mi necesidad de
contacto y calor.
Mi cabeza repleta de ideas.
Mis altibajos en el peso, que a veces es
tan difícil de bajar.
Mis pocas habilidades sociales para las
situaciones más cotidianas.
Las tantas veces que quiero encogerme y
meterme debajo de la cama (o de la tierra) y quedarme ahí para siempre.
O de meterme en el mar y perderme en sus
aguas.
Todo esto lo he rechazado. He querido ser
alguien más. He envidiado la ligereza, el tono alegre y extrovertido de
aquellas personas de risa fácil y gracia social.
He querido vivir más tranquila, fluir y
moverme en el mundo como pez en el agua y dejar de darle tanta importancia a
las cosas. Andar más por la superficie, sin tener que sumergirme en las
profundidades de todo.
Pero esa no soy yo. No que no pueda por
momentos intentarlo, esforzarme.
Pero no puedo escapar de mi.
Estos niños me lo ponen de frente y con
ellos puedo empezar a nombrar ese mundo de confusión que resulta de vivir tan
abierto en un mundo tan denso.
Ese sentir como quema el dolor del mundo
en la piel.
La asfixia en un lugar lleno de gente.
La cabeza llena de ideas propias y
ajenas,
La capacidad de leer cada microgesto y
saber que las palabras no concuerdan con la verdad,
Sentir a las personas adentro,
Aislarse, y si no se puede explotar, cuando los sentidos se saturan con el exceso
de estímulos del mundo caótico
Leer entre renglones,
Oír lo no dicho,
Percibir más allá del tiempo y espacio.
Llorar tristezas ajenas,
temer miedos de otros,
ebullir con la rabia contenida de aquellas
sonrisas falsas.
Inundarse de ideas, imágenes y
pensamientos bombardeando la cabeza,
que tantas, tantas veces está a punto de
estallar.
Hacer conexiones entre lo inconectable
Estar en una constante búsqueda de
sentido para aliviar el olvido de la unidad.
Sin duda me he adaptado, al menos lo
necesario.
He sabido jugar el juego. Hacer lo
necesario para ser aceptada, sin exponerme demasiado. Mimetizándome sutilmente.
Haciéndome lo mínimamente visible en la invisibilidad.
Encontrando la manera de ser yo, sin
romper demasiado las reglas y haciendo lo necesario para funcionar.
Me protegí. Me blindé. Lo más que pude.
Eso si, siempre he sido un poco rarita.
Oscilando entre el profundo miedo al
rechazo y la pujante necesidad de mantener un mínimo de autenticidad.
Ha sido mucha la energía invertida en
sostener el mediocre personaje sediento de aprobación pero que en el fondo no
soporta el guión propuesto.
Al menos hasta que he empezado a
aceptarme y recordar.
Ahora estoy aprendiendo a estar en el
mundo con todo lo que soy
A abrirme y quitarme tantas capas, al
mismo tiempo que me cuido y me protejo cuando es necesario.
Ampliando la consciencia y descubriendo que
nada es lo que parece.
Desde ahí puedo ver a muchos de esos
tímidos,
raros,
agresivos,
inquietos,
hiperactivos,
desafiantes,
autistas,
bipolares,
esquizofrénicos,
depresivos,
desadaptados,
rebeldes…
Verlos mucho más allá de los conceptos.
Soltar la intención de ayudarlos a cambiar o adaptarse, y más bien adentrarme
con ellos a su mundo.
Aceptarlos y amarlos para que juntos
podamos recordar la divinidad que somos y conocer la humanidad mediante la cual la expresamos.
Acompañarnos a entregar al mundo lo que
somos, en el amplio sentido de la palabra.
Esta mi manera, me permite en gran medida
ser el otro.
Esto es confuso. Los limites a veces se
pierden.
Tal vez porque estos límites no son del
todo reales.
Esto que soy, si, me dificulta a veces
estar en el mundo,
También me ayuda a no permanecer en la
ilusión de que el mundo es esto tangible y material.
Me empuja a trascender la dualidad para
experimentar la inmensidad del Todo y de la Nada.
Me invita a integrar el cielo y la
tierra.
A explorar lugares inmensos.
A reconocer nuestra grandeza.
A sabernos luz y sombra, y todo lo que
hay en el espectro.
A experimentar la vida con todo lo que es
sin apegarse a la formas.
A ser, más allá del pensamiento, la
emoción y el cuerpo.
Y al mismo tiempo experimentarlos. Integrarlos
y trascenderlos.
A Vivir.
A reconocer el universo en cada átomo.
A Amar. Así, con mayúscula.
Y a acompañar a otros a todo esto.
Gracias a eso que soy.
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