Amadas Hijas,
A su corta edad ya veo que la batalla con
el espejo ha empezado. Poco a poco ya no
están solo las muecas y experimentos, ensayos y juegos con su reflejo, sino
también esa mirada crítica, las manos que señalan lo que sobra y los ajustes
que empiezan a hacer sobre su cuerpo para ocultar lo que fue nombrado por otros
como inadecuado.
Mentiría si les digo que no me afecta.
Automáticamente desfilan por mi mente ráfagas de ideas, recuerdos y creencias.
-Son hermosas atino a decirles, como si mis palabras pudieran evitarles esa
sensación de que hay algo mal en su apariencia.
Al mismo tiempo ya he pensado en posibles
soluciones, me he culpado por nuestro estilo de vida y he juzgado a la cultura
por sus imposiciones estéticas. En apenas
segundos ya he ideado maneras de inculcarles el amor por su cuerpo, he
maldecido a la industria de la moda, y he revisado los mensajes ocultos que he
podido transmitirles sin darme cuenta.
Pero sé que igual irán al colegio, a la
calle y a la vida, y seguirán recibiendo esos juicios, esas miradas y
comparaciones. Seguirán absorbiendo imágenes estereotipadas, y oyendo mensajes
que las inviten a buscar un cuerpo distinto al suyo.
Es inevitable.
Amadas Hijas,
Igualmente les seguiré diciendo cada día
lo hermosas que son. Seguiré acariciando su cuerpo con ternura, les seguiré
hablando con la mayor honestidad que pueda acerca de mi y del mundo, y estaré
atenta a mis miradas y palabras que puedan sugerir desprecio o disgusto.
Pero más importante aún, haré eso
conmigo. Porque cada mañana yo misma tengo ese encuentro con el espejo. Cada
vez que me cruzo con mi imagen mi mente se inunda de desaprobación. No pasa un
solo día en el que no desee que algo en mi sea distinto, e invierto energía,
tiempo y dinero en mejoras continuas que ahora sé, no tienen un fin.
Siempre habrá kilos de más, formas
inadecuadas, manchas, pelos, lunares cicatrices, agujeros, colores, texturas y
olores que quiera cambiar.
Viéndolas me he dado cuenta de que el
amor y aceptación incondicional jamás han estado en los territorios de mi
cuerpo. El maltrato es una práctica
común conmigo misma y las cosas que me digo jamás se las podría decir a
ustedes. Porque en ustedes puedo ver la belleza inmensa que emana en cada
aspecto de su cuerpo y puedo saber que cualquier cosa que no guste tiene que
ver más con el ojo de quién mira.
En ustedes puedo reconocer que si algo no
está bien es porque su alma así lo expresa, y que es inútil que con
imposiciones, reglas, rutinas o restricciones se pueda atender lo que clama nuestro corazón.
Eso aprendo al verlas amadas hijas,
Hoy me siento conmovida con esta
realización. Así que más que discursos sobre la belleza, empezaré por ampliar
mi propia visión. Observaré con mas
detenimiento mis pensamientos y dejaré de condicionarle el amor a mi propio
cuerpo.
Recibiré sus caricias y abrazos y
devolveré a las mañanas las muecas, bailes y cosquillas que tanta seriedad se
han llevado.
Celebremos amadas hijas, nuestros
cuerpos. Escuchemos su lenguaje y leamos con nuestras manos los mensajes que
nuestra alma nos cuenta en cada célula. Atendámonos, amémonos y cuidémonos en lugar de modificarnos, violentarnos y despreciarnos.
Gracias por su inigualable belleza.