Por más que intento seguir con mi vida normal, no puedo. Y
creo que es esta lucha por pretender que nada cambie, al menos no todavía, la
que más me tiene agotada.
Me está costando aceptar que desde el momento en que este
nuevo ser inició su vida dentro de mí, ya nada es igual.
Mi cuerpo está al servicio de alguien más. Así lo siento. No
me pertenece. Constantemente me pide quietud, casa, un ritmo lento que mi
agitada mente no comprende. Me dice que comer, cuando parar, dónde estar. Y
muchas veces no quiero escucharlo. Porque empieza esta guerra, que bien conozco
ya, entre lo que “yo soy” y “la madre”. Que a veces parece tan incompatible.
Todo este terreno ganado en el afuera, mis “logros
profesionales”, mi “libertad” que recién estaba recuperando, se desvanecen
nuevamente. Y vuelvo a contactarme con esto que increíblemente había olvidado.
Esta sensación de ya no ser. De perderme como individuo. De no ser solo yo.
Entonces peleo, intento mantener mi ritmo, seguir con mis
planes profesionales, sosteniendo todo lo que he construido, siendo la misma
mamá para Eloísa, la misma esposa, la misma hija… la misma.
Y no puedo
Porque no soy la misma.
Porque soy nuevamente madre de otro bebé. Aunque aún no esté
en mis brazos.
Y la maternidad implica renuncia. Sobretodo renuncia a la
imagen con la que tanto me identifico. Renuncia a lo que creo firmemente que
soy.
Implica soltar. Fluir. Estar en un continuo presente en
donde los grandes planes no tienen lugar.
Yo no soy muy buena para eso.
Porque me da miedo. Me da pánico bajarme del tren y que se
vaya sin mi. Perder mi lugar si no lucho por él. Dejar de existir. De ser
vista.
El embarazo y el postparto son mundos de adentro. Femeninos.
Y las mujeres ya no sabemos muy bien como estar en estos mundos. Al menos hablo
por mi. Porque por mucho tiempo se ha confundido lo femenino con la sumisión.
La abnegación. El sacrificio. Y años de historia nos han permitido “salir” al
mundo masculino. Y no queremos perder ese terreno.
Todo es confuso.
Hombres y mujeres estamos buscando un nuevo lugar. Uno más
equilibrado. Que integre masculino-femenino. En general vivir más integrados.
Que nuestra mente-cuerpo-emociones-espíritu, sean uno solo. Vivir menos
disociados.
Yo lo intento.
Con Eloísa aprendí mucho sobre rendirme, entregarme, soltar
el control. Cayeron estructuras viejas, me trasformé, crecí. En muchos, en tantos
sentidos!
Y ella empezó a crecer y yo a re-acomodarme. Volví un poco –
no totalmente – a mi “antiguo yo”. Porque el Ego se resiste. Le gusta lo
conocido.
Ahora viene otro gran terremoto existencial, para recordarme
lo que empiezo a olvidar.
No es tan fácil. No es tan difícil.
Si en el silencio y la quietud me dispongo a escuchar, todo
está dado.
Si confío
Y me entrego
Y renuncio a este viejo hábito de quererlo saber todo,
entender todo, controlar todo
Permito entonces que naturalmente surja esta mujer-madre.
Sabia. Amorosa. Muy humana. Que puede fluir con el cambio. Que encuentra nuevas
maneras.
Me permito ser. Conectada con mi esencia. Sabiendo que nada
está en juego. Que no hay prisa.
Pero ser mamá se ha vuelto contracultural. Porque nuestra
cultura poco entiende de ritmos maternales.
Así que a veces siento rabia. No quiero perderme de nada. No
quiero adentrarme a un mundo a veces tan solitario. Tan lento. Tan aburrido. Tan
poco visto. Con tan pocas recompensas externas.
Por supuesto que me resisto.
Porque este es un mundo desconocido que me resulta
amenazante.
Sombrío.
Esclavizante.
Incontrolable
Incomprensible
Invisible
Caótico
Me resisto. Y me agoto.
Incluso mis palabras no parecen ya ser muy coherentes.
Estoy en este punto de rendición.
Que es cuando me doy cuenta de que al adentrarme a este
temido universo se abren nuevas puertas.
Veo nuevas cosas. Me encuentro
con una parte de mi que muchas veces me esfuerzo por esconder. Y con nuevas
personas.
Así que aquí estoy adentrándome poco a poco nuevamente en
este mundo. Sacando a veces la cabeza por miedo a ahogarme, pero permitiéndome
cada día un poquito más entregarme a esta nueva aventura. Despegándome mis
máscaras para encontrarme conmigo misma y poder ser así la persona que quiero y
necesito ser para este nuevo ser que crecer dentro de mí. Permitiendo la
metamorfosis que me regala este embarazo. Entregándome al milagro.
Te leo y puedo comprenderte. Tómalo con calma, con la calma que puedas sin que te ahogues. Un abrazo. Nos vemos mañana.
ResponderEliminarReal, sincera, con la sensibilidad a flor de piel. La guerra entre lo publico y lo privado, lo ganado y la lenitud... Abrazos, solo tu tornéis tus respuestas, solo tu sabes que es lo mejor en tu realidad. Abrazos, éxitos en el taller, estaré pendiente ded Uds. Camila
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ResponderEliminarHola compañera:
Te leo y me gusta. Me evoca un reportaje que hace poquito colgué en mi Blog, en el que escribo en algunos apartados sobre maternidad, embarazos y psicología perinatal.
Permitemé que te cuelgue la entrada a la que me refiero, con el reportaje RETALES, que no sé si conozco, pues acabo de entrar a tu blog, de encontrarte, y no me ha dado tiempo a leerte en profundidad.
http://gestaltmar.blogspot.com.es/2012/09/retales-documental-sobre-maternidad.html
Un saludo sincero desde España.
Mar
Te vuelvo a leer, y siento que es precioso, sencillamente precioso cómo describes tu lucha, tu cambio, a lo largo de tu proceso de embarazo, y sobre todo siento tanto tu realidad, que me encanta leerte. Tus palabras me llegan como sabiduría, resistencia, a la vez que fluir, miedo, a la vez que deseo de entregarte... vida, realidad, presencia en tu presente.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
Un abrazo
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