jueves, 19 de septiembre de 2013

¡Hazte respetar! – Más sobre sexualidad en la crianza

Por Ana María Constaín





Eloísa crece.  Su cuerpo de niña se hace más evidente. Su desnudez más prohibida. Su búsqueda del placer más alarmante. Sus exploraciones menos inocentes. Su belleza más vulnerable.

Al menos para mi mente.

Eloísa crece y quisiera protegerla de todo. De todos.
Su corporalidad inquieta a mi niña/mujer con todas su experiencias. Las alegres, las prohibidas, las bonitas, las secretas, las culposas, las dolorosas.
Pone en evidencia mi relación con este mi cuerpo que a veces resulta tan extraño.

Despierta estas frases que nos llueven a las mujeres de esta cultura y que han moldeado en gran parte mi ser sexual.

Hazte respetar.

Estas palabras que cual credo nos han repetido sin cesar. Hazte respetar que equivale a ¡No te dejes ni tocar!
Letras cargadas del miedo que todos llevamos a cuestas. El miedo al rechazo, a la estigma, al placer que lleva por los caminos equivocados.

Yo me pregunto si no ha sido una falta de respeto conmigo misma marginar mi cuerpo. Entregar mi poder a otros. Como si los demás pudieran llevarse mi valía.

Como si el cuerpo de la mujer fuera un objeto valioso que no cualquiera merece.
Un premio que se entrega al que ha sabido esperar.

Nos desconectamos de nosotros mismos. Vivimos desintegrados. Como si cuerpo, mente, emociones, espíritu fueran todas cosas separadas.

Pretendemos desde la mente educar en la sexualidad. Ejerciendo control para evitar catástrofes. Castrando. Reprimiendo. Atemorizando.

Te vas a enfermar. Te van a utilizar. Vas a quedar embarazada. Te van a señalar. Te van a dejar sola. El hombre no quiere que “esa mujer” sea la mamá de sus hijos….

¿No nos damos cuenta que la sexualidad es parte de un todo? Si estamos integrados no vamos a explotar nuestro cuerpo para llenar vacíos emocionales. Ni vamos a manipular a otros utilizando nuestro cuerpo.

¿No es eso lo que hemos aprendido?
¡Hazlo esperar porque si le das todo no va a querer estar más contigo!

Usamos la sexualidad como un juego de poder. De dominación.
¿Es eso respetarnos? ¿Respetar a otros?

Y en su opuesto, en la supuesta liberación femenina, seguimos en el mismo engaño.
Disociados.
Desconectados.
Desintegrados.

El cuerpo físico es una manifestación de lo que hay en el interior. Y nuestra sexualidad es una expresión de quienes somos. Es nuestra vitalidad. Nuestra creatividad. El placer de vivir. De sentir. Y también de acceder a planos más sutiles. De conectarnos profundamente con otros.

Que más respeto que vivir en completud. Ver al otro en completud.

No puedo más que observarme. Aceptar todo lo que aparece. Sanar mi relación con mi cuerpo. Hacerme cargo de mi propia sexualidad.

Para de esta forma limpiar un poco el camino. Y que mis hijas puedan  ser más libres de vivir sus propias experiencias.
De vivir una sexualidad que es tan suya. Que nada tiene que ver con mis creencias, mis miedos, mis expectativas, mis frustraciones.

Reconociendo que tal vez no haya mucho que yo pueda enseñarles.

Hoy,
quiero simplemente estar. Permitiéndoles conocer y conocerse, sabiéndome a su lado.

Acompañándolas. Aceptándolas. Sosteniéndolas. Confiando en ellas. Amándolas.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Mamá ¿Por qué los malos son malos?

Por Ana María Constaín



Eloísa es paticularmente sensible a monstros, brujas, fantasmas, dragones y cualquier otra entidad que represente el Mal.  Sus sueños se tiñen de pesadillas. Los cuentos y películas son tormentosos. Los juegos fantasiosos de otros niños  paralizantes.
Hay algo en su interior que parece romperse ante cualquier forma de “maldad”.

- Mamá. ¿Por qué los malos son malos? Me preguntó realmente confundida.

- Porque han olvidado que tienen amor en su corazón… atiné a contestar.

Así es Amadas Hijas,

Ustedes han llegado a mi vida llenándola de luz. Su presencia me está permitiendo recordar. Sentir un amor tan inmenso e indescriptible en el que nada más cabe. Y entonces a la luz de ese gran amor, a veces, solo a veces comprendo.
Que nosotros los humanos olvidamos, tantas veces, olvidamos, que amor somos.
Y creamos un mundo sombrío.

Yo lo olvido,

Y desconectada de ese amor,
a veces me vuelvo Monstro. Bruja. Fantasma. Dragón.
Siento envidia como esos niños malos del parque, que a golpes les quitan sus preciados juguetes.
Y me siento triste cuando pierdo, y alguien más tiene lo que yo quería.
Tantas veces Amadas Hijas, digo “yo no fui”, y le echo la culpa a otro. Porque no quiero que dejen de quererme por mis errores.
No quiero que otros sean mejores que yo. Porque dejan de mirarme a mi.
Y tantas otras me burlo de otros (a veces en silencio) porque son diferentes.
Cuento chismes.
Peleo.
Si, Amadas Hijas.
Muchas veces
Las grito. Y enfurezco. Tanto como si fuera capaz de romper todo y a todos.
Otras lloro muy fuerte para que alguien venga a abrazarme.

Ustedes también. Muchas veces olvidaran el amor de su corazón.

Porque los humanos lo olvidamos. Todo el tiempo.

Y lo volvemos a recordar.
Cuando nos abrazamos fuerte,
Nos miramos a los ojos,
Jugamos,
Bailamos,
Miramos la lluvia por la ventana,
O el sol brillando en el parque.
Cuando nos reímos
cantamos
Y comemos Helado de chocolate.

Cuando nos aquietamos en silencio
Permitiendo que la mente se calle.
Sintiendo los latidos fuertes del corazón
Despertando el amor que colorea todas las calles.

Somos esa luz que desvanece el miedo.
Somos ese amor.

Y no necesitamos más ser malos.

Amadas Hijas,
A veces me parece que eso es la vida.
Ayudarnos todos los días a recordar el amor que está en nuestros corazones.

 Amadas Hijas,  
... Y Amado Nicolás.


Gracias, infinitas gracias, por recordármelo a mi. Cada instante. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Me siento orgullosa de ti

Por Ana María Constaín

Cuántas veces no hemos oído esta frase. “Me siento orgulloso de ti”.
Y cuántas veces no se lo decimos a nuestros hijos. En una manera de hacerles saber que nos sentimos felices por lo que han logrado. 

A mi esa frase no me gusta. Y no sabía por qué.

Recientemente me di cuenta. Me siento orgulloso de ti, proviene del orgullo.
Yo, madre, me siento bien cuando tu, hijo haces algo que a mi me gusta. Porque al hacerlo me reafirmas. Porque tus logros me dicen “lo has hecho bien. Eres buena mamá. Vas por buen camino”.

Me siento orgullosa de ti, no se trata de ti sino de mi. De como tu cumples mis expectativas.
Eso es. Se trata de expectativas.
El punto de referencia no es lo que tu quieres y lo que tu necesitas sino lo que yo espero. Lo que yo considero que mis hijos deben ser.
El opuesto es “me siento decepcionado de ti”.
Y entonces al decir “me siento orgullosa de ti” el mensaje oculto es: Si no haces eso de lo que me siento orgullosa, estaré decepcionada. Aunque no lo digamos con palabras.
Las expectativas tienen miles de disfraces. Yo quiero que estudie humanidades, Lo importante es que sea lo mejor en lo que hace, Que haga lo que quiera mientras se esfuerce por llegar hasta el final. ¡Mientras sea una buena persona! 

Yo no quiero que mis hijas me hagan sentir orgullosa, porque ellas no están para alimentar mi orgullo.
 Ni para cumplir mis expectativas.
Aunque por supuesto diariamente haga y diga cosas que contradicen esto.

Estoy atenta. Para hacerme responsable de mis emociones.
Entonces, en lugar de decir me siento orgullosa de ti, puedo decir “me siento feliz de ver que lograste lo que querías”. O “a mi me gusta que te gusten las mismas cosas que a mi.” "Te acompaño en este momento importante para ti"

Y mientras tanto puedo observarme.
Estoy atenta para darme cuenta como pongo en ellas, y en lo que hacen, mi valía. Como busco reconocimiento a través de sus logros. Como las cargo a ellas con la responsabilidad de validarme como “buena madre”. Convirtiéndolas en adictas a mi aprobación. Ellas ajustándose a mis expectativas para que yo pueda sentirme valiosa.

Así que asumo mi propia vida y me hago responsable de mi. Y así abro la posibilidad de que Matilde y Eloísa sepan que ellas pueden ser quienes son y hacer lo que sea, sin poner en juego mi felicidad.


Y mucho menos, mi amor infinito hacia ellas.