miércoles, 8 de julio de 2015

La no-mamá

Por Ana María Constaín




La semana pasada Eloísa y Matilde se fueron de viaje con su abuela. Una semana entera sin ellas en casa.

Primera vez.

No de separarnos, pero sí de tener una vida cotidiana en la que ellas no estaban presentes. Al menos físicamente.

La casa tuvo un orden que había olvidado que era posible. Pude caminar libremente sin enterrarme objetos cortopunzantes y acostarme en la cama sin encuentros con sustancias viscosas.
Pasé noches enteras de sueño profundo, y me desperté con una energía que ya me resulta extraña.
Salí de noche, sin anhelar el momento de volver a la cama, y sin obligarme a pasar de las 10.
Duré un largo tiempo de buen genio, y recuperé la paciencia que parecía extinta. 
Trabajé, concentrada en la misma tarea y tachando listas de pendientes con una fluidez sorprendente.
Comí sentada, ví televisión sin interrupciones, dormí siestas, leí de corrido.
Recordé lo que es ser pareja y no familia.
Disfruté de un silencio penetrante y de un cuerpo, mío.

Tuve tiempo de preguntarme qué quería hacer (y de hacerlo!)

Por una semana fue mío mi tiempo 
Elegí que hacer basándome en mis deseos e intereses
Me dediqué a mi trabajo, a mi casa, a Nicolás…  y a mi.

Las extrañé, claro
Sonreí ridículamente ante dibujos de las paredes
Olí prendas desenterradas
Limpié pegotes escondidos con añoranza
Lagrimee voces lejanas 
Amé recuerdos que me invadían

Me supe completamente feliz de ser mamá
Y también me supe feliz de ser no-mamá

Tuve una nueva claridad de lo mucho que me gusta haber estado y estar presente en su crianza,
y también de lo mucho que me gustar ser y hacer tantas otras cosas

Ellas, disfrutaron montones siendo las no-hijas
Y yo sentí un gran alivio de saberme solo una parte de su vida y de tener plena certeza de que su espacio y las relaciones con otros son vitales para nuestra existencia.

Yo puedo ser la no-mamá y ellas las no-hijas

Nuestro vínculo trasciende el tiempo y el espacio.