sábado, 16 de marzo de 2013

¿Más información, mejor crianza?

Por Ana María Constaín


Estoy por creer que el internet y los libros deberían estar prohibidos en el embarazo y postparto.  Al menos para mí.

Nada más desalentador que leer un artículo que demuestra científicamente que los niños alimentados con leche materna tienen CI mas altos, justo el día que elegí desde el lugar más sano que pude, dejar de amamantar. O que la falta de teta produce fijación oral, y por lo tanto adicciones y otros tantos males.

Mi historial de internet esta repleto de páginas de crianza, lactancia, sueño, alimentación, bebésde las ciencias y las humanidades que nos permiten e despierta cada hora.  r, que a veces me gusta llamar Dios.
sos y nos morim y mi biblioteca parece una librería de Crianza y Psicología Infantil.
Si, por mi trabajo, digo yo. Pero la verdad es que estoy obsesionada con el tema. Porque soy de esas personas a las que les gusta entender las cosas. Tenerlas bajo control. Saber que si hago A entonces sucederá B. De lo contrario quedo inmersa en vacío insoportable, sin sentido, caótico, incomprensible:

El mundo de la crianza.

El problema es que por estar metida entre toda esa teoría, dejo de ver lo que está frente a mis ojos. Dejo de escucharme, de sentirme. Me desconecto de mi instinto. Me olvido de mi cuerpo. Ignoro mis emociones.
Me convenzo de que el conocimiento está allí afuera. Que un estudio científico tiene más valor que mi vivencia real, con mi bebé en brazos.

Sé que no estoy sola en esta locura.

Ahí estamos muchos, buscando la manera correcta para hacer niños felices, sanos, inteligentes, seguros de sí mismos. Implorando que alguien nos enseñe que hacer para ser buenas madres y buenos padres. Y delegamos toda nuestra sabiduría al conocimiento intelectual. A los expertos de títulos importantes. A lo que está científicamente comprobado. A lo que validan instituciones reconocidas.

Quedamos perdidos, confundidos,  porque el niño real, la mamá real, el papá real, la vida real, no responden a una teoría cambiante y contradictoria. Nuestros esfuerzos son en vano. Seguimos las instrucciones al pie de la letra, y obtenemos resultados inesperados.

Es pan de todos los días. Queremos cargar a nuestros hijos día y noche para favorecer el apego, y nos duele insoportablemente la espalda. Queremos que nuestro hijo sea vegetariano, y resulta alérgico a la soya. Queremos que sea independiente y no quiere despegarse de nuestras faldas. Soñamos con ser una madre en casa, y nos damos cuenta que morimos por trabajar. O queremos ser trabajadores exitosos y dejamos nuestro corazón cada mañana en casa. Anhelamos pasar una noche de sueño y nuestro hijo se despierta cada hora. Llevamos a nuestros bebés a estimulación y caminan más tarde que todos los niños que conocemos. Dejamos el azúcar en el embarazo, nos da diabetes gestacional. Ponemos música clásica y nuestro hijo es el que muerde a todos en clase.

Nos frustramos, Constantemente.

Nuestros hijos no dejan de demostrarnos que el ser humano es un misterio, el universo inmenso y no existe la manera en que nuestra mente pueda comprenderlo todo. La realidad escapa de nuestras verdades. Invalida nuestras hipótesis. Burla nuestras planes. Frustra nuestras expectativas.

La crianza no responde al método científico. Nuestros hijos nos replantean todos los días el significado de éxito. Cambian nuestros meticulosas estrategias. Nos desarman nuestras más sólidas verdades. Desmienten las más prestigiosas teorías.

No es que no valore toda la información que está hoy en día en nuestras manos. Ni todos los avances de las ciencias y las humanidades. Solo creo que la sobrevaloramos. Creemos que arrojando datos enseñaremos a la humanidad a ser mejores padres y haremos una mejor sociedad.  Pero hoy más que nunca dudo que por explicar que está mal agredir a los hijos y mostrar todos los estudios que lo demuestran, disminuya la violencia familiar.  O insistiendo en los beneficios del juego, más padres dediquen sus tardes a entrar en el mundo fantasioso de sus pequeños. Quizá algo ayude.

Pero me parece que todos sabemos cómo ser padres, y qué es lo que necesitan nuestros hijos. Solo que hemos olvidado como acceder a esa sabiduría. Nos hemos desconectado de nosotros mismos. Nos hemos puesto tantas capas encima para protegernos y ahora somos incapaces de reconocer nuestras emociones. Tenemos tanto ruido mental que no podemos escuchar nuestras propias respuestas.

Así que sí. Para mi debería estar prohibida cualquier fuente de información intelectual. Para así permitirme estar. Aquí y ahora. Aceptar lo que el presente me trae cada día. Y finalmente confiar en la sabiduría que tengo y que se despliega cuando puedo aquietarme y permitirme conectarme con mis hijas, conmigo misma y con esa fuente superior, que a veces me gusta llamar Dios. 

domingo, 10 de marzo de 2013

Elijo no amamantar

Por Ana María Constaín


Este es uno de los post más difíciles que he escrito.
Difícil porque requiere de mucha honestidad conmigo misma.
Y de mucha exposición (si es que me decido a publicarlo)
Me doy cuenta de que sólo escribiendo estas letras, imagino miles de juicios apuñalándome.
Tal vez esta sea la razón principal para ponerlo en este blog. Porque estoy cansada de los juicios. De los que yo hago, de los que oigo y leo. De los que muchas mujeres repartimos a diestra y siniestra creyéndonos poseedoras de la verdad, señalando con el dedo, sin tener la menor idea de lo que cada una vive carne propia.
Las mismas mujeres  (por supuesto me incluyo) que nos consideramos amorosas y respetuosas, somos despiadadas a la hora de lanzar juicios a cuanta persona que actúe fuera de nuestros esquemas y creencias.
Y me doy cuenta de que así es como me trato a mi misma.

Son las 4am y después de tener a Matilde una hora tomando de mi pecho, hoy elijo no amamantar más a mi pequeña que está a punto de cumplir un mes.
Lo elijo desde el lugar más consciente posible, aunque seguro hay un montón de cosas que aún no veo.
Lo elijo, sin esconderme en el no puedo, sin castigarme en el no quiero.
Simplemente lo elijo.

Lo elijo siguiendo mi intuición, escuchando mi cuerpo, siendo respetuosa conmigo.
Mirando a los ojos a Matilde y diciéndole:

Hoy elijo no amamantarte más,
Me duele, me cuesta y seguramente me perseguirá un rato la culpa y el fantasma de la mala madre…
Caminaré para ponerme en paz con mi elección.
Lo elijo porque para mi amamantar es doloroso,
Porque mis horas se llenan de angustia tratando de entender porque la leche no fluye en tu boca
Mis días están colmados de búsquedas inútiles de soluciones, asesorías, testimonios.
No sé si para liberarme un poco de esta culpa de no ser suficientemente buena madre. Aquella que persevera día y noche por lograr que crezcas “bien” alimentada. Porque no dejan de rondar en mi cabeza todos aquellos beneficios de los que nos privamos con esta elección. Aún viendo a tu hermana Eloísa sana, hermosa, feliz. Aún sabiendo la calidad de vínculo que tengo con ella. Una niña que ha crecido a punta de leche de tarro.

Así que hoy elijo no amamantarte.
Estoy convencida de que el vínculo amoroso lo podemos mantener y seguir construyendo de otras mil maneras. Y que si sigo insistiendo a pesar de mi, te nutriré con amargura, dolor, cansancio, autoexigencia.
Te cargaré con un peso que no te corresponde.
Porque esta lactancia no tiene un sabor dulce.
Elijo no amamantarte porque aunque sé que la leche materna es lo mejor, no lo estoy sintiendo así.
Porque el alimento no sólo es el líquido que sale de mis tetas, sino también todo lo que te trasmito a través de él.
Y observándome, escuchándome, sintiéndome mi linda Matilde, me doy cuenta de que esto no es algo que quiera transmitirte.

Elijo ser la Mujer-Madre que me acepto, me amo y decido lo más respetuoso, lo más amoroso y compasivo para  mí. Para poder entonces respetarte, amarte y entregarme a ti, con lo mejor que tengo y lo mejor que soy, aquí y ahora.

Hoy elijo no amamantarte Matilde. 
Al menos no como mandato, como exigencia, como objetivo.  

Fluiré, escuchándome, escuchándote. Actuando desde ahí.

Amandote – Amandome.