Por Ana María Constaín
Cuando nació Eloísa tuve una sensación que me invadía. Una
sensación muy poderosa, avasalladora, muchas veces difícil de comprender con la
mente racional: Ya no era sólo yo.
No en el sentido de compartir la vida, como cuando me casé.
Sino en el sentido de no SER ya solo yo.
Este darme cuenta, fue tan trascendental como angustioso. Es
un hecho continuo e infinito. Haga lo que haga, vaya donde vaya, de día y de
noche, en la vida o en la muerte, YA NO
SOY SOLO YO.
Tal vez así sea con hijos o no, sin embargo Eloísa me
permitió entenderlo de una manera muy intensa.
De repente todo ese sentido de individualidad se esfumó, y
pude entender por qué las madres nos perdemos en los hijos hasta el punto de
olvidarnos de nosotras mismas.
Creo que por esto el
postparto es tan intenso. No se trata solo de aprender un nuevo rol, de
vincularse con un nuevo ser que depende casi en su totalidad de uno, sino
también de reinventarse en todos los sentidos.
Con la presencia de un hijo nada es igual. Ya no se puede
ser de la misma manera. Todas las necesidades propias, físicas, mentales,
emocionales, espirituales, sociales, TODAS, quedan relegadas a las necesidades
del bebé. Sobretodo los primeros dos
años. Y sobretodo los primeros tres meses.
Mi sensación era similar a desaparecer. Por supuesto esto
produce más o menos angustia dependiendo de muchas cosas, pero en mi caso fue
casi insoportable. Empezó una lucha entre ella y yo, sin que me diera cuenta
por supuesto, en la que si ella ganaba yo me perdía. Me costó darme cuenta que
si ella “ganaba”, todos ganábamos.
No puedo hablar desde el punto de vista paterno, que
seguramente tendrá sus propias vivencias, pero al menos desde el materno, me
quedó claro que una vez hay un hijo nada
vuelve a ser igual: viva o muera, haya un aborto espontáneo o voluntario,
lo adoptes, lo abandones, lo críes sola o acompañada, o relegues esta crianza a
otros. No hay escapatoria. Un hijo llega y ya no se es uno solo.
En el grupo de crianza surgió este tema la semana pasada y
por fin pude empezar a ponerle palabras a esta sensación.
Paralelamente al crecimiento de Eloísa he podido retomar mi
vida profesional, social... mi vida “hacia afuera”. Y entonces he podido ver mejor lo que fue.
El postparto es una
vida “hacia adentro”. Es como otro estado de conciencia. Y esto puede ser
demasiado insoportable. Claro, depende de lo que hay adentro.
Como sociedad, como cultura, vivimos mucho hacia afuera. Nos
identificamos con esos personajes que somos “allá”. Y muchas veces no tenemos
ni idea que hay “acá”.
Claro, un bebé llega y no queda más remedio. Para que sobreviva hay que vivir en función de él y entre más nos entreguemos a la tarea, más lo entendemos, más lo sentimos y mejor podemos atenderlo. Mejor nos vinculamos.
Claro, un bebé llega y no queda más remedio. Para que sobreviva hay que vivir en función de él y entre más nos entreguemos a la tarea, más lo entendemos, más lo sentimos y mejor podemos atenderlo. Mejor nos vinculamos.
Esto suena más fácil de lo que es. Que el día a día se vuelva leche, popó, pipí, llantos, arruyos, sonrisas incipientes, puede ser muy solitario. Ya no queda tiempo para ejercer nuestros tantos “roles importantes”. Pero si queda mucho tiempo para el encuentro con uno. Con su sombra. Con el mundo de lo inconsciente.
En mi caso fue esta necesidad de entender y controlar TODO. ¿por qué llora? ¿por qué no duerme? ¿por qué tiene bronquilitis? ¿Por qué esta estreñida? ¿Por qué no la puedo amamantar? ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué? ¿qué puedo hacer para cambiarlo?
Además descubrí una rabia que se asomaba con bastante
frecuencia. Muy relacionada con no poder hacer lo que quería, me sentía
ahogada, sentía envidia de todos los que estaban allá afuera tan tranquilos con
sus vida. Incluso Nicolás mi esposo.
Honestamente quería
salir corriendo. Volver a mi yo anterior. Que alguien más se hiciera cargo.
Antes de que Eloísa naciera creía que todo mi trabajo
personal me facilitaría las cosas. Esto del postparto debe ser difícil para
otros. “Con todo este amor que tengo para dar y esta bebé tan deseada y
esperada”. ¡Que equivocada!
Si acaso el trabajo personal me ayudó a no seguir ese
impulso de salir corriendo. A no refugiarme en otra cosa, ni relegar la crianza a cualquiera que se ofreciera. A no esconderme en excusas para no estar. (y no hablo solo de presencia física) A poder
permanecer en este mar de emociones y atravesarlo lo mejor que pude. A
poder verme, sentirme. No muy agradable. Ni fácil.
Porque además hoy la sociedad nos da millones de razones muy
convincentes para “autorealizarnos como mujeres”. Lo que sea que eso significa.
Somos mujeres fuertes, independientes, capaces, inteligentes, todopoderosas, bonitas,
multitareas.
Agotador.
Y no muy compatible con el postparto.
Volviendo un poco al
principio, para mi se hizo evidente que ya no soy solo yo. Y esto es un poco
incompatible con la mujer que era. Con mi búsqueda de mí misma, con mi proceso
de encontrarme y ser más yo sin estar siempre pensando en los demás. Buscando
agradar a los demás. Buscando mi realización.
Al menos eso creía.
Hoy ya no creo que
sea incompatible, creo que más bien que una idea trasciende la otra. No es no ser
yo. Es trascenderme. No es renunciar. Es entregarme a algo superior.
En últimas ha sido seguir evolucionando. Reinventándome.
Gracias a todas las mujeres que me han acompañado en este
proceso. Tal vez mi pasión actual por el
acompañamiento a la crianza se gestó en este acompañamiento que tuve en los
grupos de crianza. En el encuentro con otras mujeres en los que poco a poco
fuimos entrando a lugares temidos. En los que nos hemos reído, quejado,
gritado, compartido… sintiéndonos felices, y tantas otras cosas. Despejando el
camino para que el amor pueda ser, más libremente y para que veamos a nuestros
hijos más limpiamente. Sin tantas cargas. Sin tantos adornos. Sin tantos lentes
ensuciados por la historia.
Ser madre es
completamente transformador. Y si uno se lo permite una de las experiencias de
mayor crecimiento.
Ana, Qué buen artículo! Gracias!
ResponderEliminarGracias a ti! Un abrazo
Eliminarana maria constain me gustaria saber como hiciste para formarte como doula
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarEn dónde estás tu?
Yo me formé en Madrid, España, Si quieres escríbeme a ninosycrianza@cgs.com.co y te puedo enviar inofrmación dependiendo del país en que te encuentres.
hermoso articulo! me emocione mucho al leerlo! cuanta honestidad! hay verdad en cada una de tus palabras...y me encanto la frase del final!! gracias y felicitaciones!!
ResponderEliminarSúper identificada con tu artículo Ana.
ResponderEliminarMuchas gracias. Lo lograste! pones en palabras eso que siento! Gracias!
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