Por Ana María Constaín
.... Eloísa y Matilde, esto es para ustedes, también...
Queridos niños y niñas,
Por alguna razón son parte de mi camino,
Aunque a veces, muchas veces me resista,
En parte porque me siento profundamente
impotente al verlos vulnerables, expuestos a un mundo que a veces parece
desmoronarse.
Al cuidado de humanos que no tenemos ni
la menor idea de lo que hacemos, personas de amor frágil y alma olvidada. Incapaces
tantas veces de ser terreno fértil para ustedes.
Llegan a mi,
de la mano de padres o madres desesperanzados, muchos obligados; o referidos por maestros desesperados y confundidos; recomendados por médicos y otros expertos;
porque las cosas no andan bien, supuestamente,
y yo tengo las respuestas, dicen mis títulos.
porque las cosas no andan bien, supuestamente,
y yo tengo las respuestas, dicen mis títulos.
También por eso amados niños y niñas, he
querido renunciar a ustedes. Porque yo no tengo respuestas, y ¡tantas veces me
siento tan confundida!. Me siento terriblemente cargada con la idea de tener
que ser la solución.
Ustedes aparecen con sus agresiones y
furias, lágrimas y fracasos
Su autenticidad descarada, su honestidad prohibida.
Su autenticidad descarada, su honestidad prohibida.
Se asoman pisoteando expectativas, rompiendo
reglas
Callando o quizá hablando de más. Van muy
rápido, o muy lento.
No atienden lo suficiente, se mueven más
de la cuenta
Son torbellinos en supuestas calmas. Estatuas
en campos de batalla
Escapan al drama. O prenden fuego en
escenas congeladas.
Por tanto tiempo me he sentido
agotada ante la idea de tener que
arreglarlos y entender qué es lo que les pasa para poder encontrar aquella anhelada solución.
La cura a tantos déficits, síndromes y
trastornos.
Leo, estudio, pregunto, investigo. El
mundo me parece a veces tan insoportable. Tan ilógico. Sin sentido.
Entro en una lucha contra el sufrimiento.
Una batalla contra el absurdo de la vida que tantas personas atraviesan día a
día. Se me parte el corazón, incontables veces, con las historias que tocan mi
puerta.
Niños inocentes y frágiles en manos de
seres humanos con tan poca consciencia, o con tanto dolor o tantas heridas.
Sentimientos enterrados que vulcanizan en seres tan pequeños que aún tienen
tanta ilusión de vivir.
Queridos niños y niñas, tantas veces he
querido huir de ese destino. Cerrarles mis puertas porque me parece que con mis
hijas ya tengo y me basta. No tengo energía suficiente para sostenerlos. Amenazan
mi ego constantemente. Me llevan al filo del precipicio huyendo del miedo, el
fracaso y la equivocación. Me lanzan piedras en mi peldaño del reconocimiento.
Al parecer no es decisión mía. A pesar de
mi, seguimos encontrándonos. Ustedes insisten.
He aprendido poco apoco a abandonar esa
lucha y estar presente. He recordado que no tengo que sanarlos, ni salvarlos,
ni arreglarlos, ni cambiarlos. Me parece
estar comprendiendo que no son víctimas de un mundo horrible en decadencia. Ni
han tenido tan mala suerte de nacer en el lugar equivocado sin haberlo pedido.
Ustedes niños y niñas, son lo que son.
Son seres divinos, humanos, con tanto que enseñar y aportar. Como todos
nosotros los adultos, solo que ustedes aún no lo han olvidado del todo.
Quieren recordarnos que cada uno tiene
algo inmenso que dar al mundo. Nos quieren mostrar el Amor que somos y que
hemos tapado con tantas cosas, quieren recordarnos el camino a nuestra esencia.
Todo eso que los adultos minimizamos y
creemos que no es importante.
Estamos perdidos.
Así que ustedes niños no vienen a mi para
que yo encuentre soluciones, o arregle problemas. Vienen a mi para que los vea
y escuche. Los sienta. Los acepte y ame.
Para que sea un puente con sus papas,
mamás y otros adultos y les traduzca eso que ustedes no dicen con
conversaciones.
Ustedes vienen a hablar en el lenguaje
del juego, del arte, el baile y la música. El lenguaje del amor. Pero nosotros
adultos no hablamos ese idioma. Entonces no entendemos nada.
Me parece que por alguna razón sé ese
idioma. Lo estoy recordando. Puedo a veces, cuando callo mi mente adulta y de psicóloga, entender su mensaje y transmitirlo. Puedo oír a mi propia niña interior y
atenderla.
No es que sean nuestro futuro, ni sabios
maestros enviados para salvarnos.
Son lo que somos nosotros, en un estado
aún más puro. Con una fuerza que muchos hemos perdido, con una consciencia en
potencia que ahora estamos dispuestos a recibir y un amor aún limpio y grande.
Necesitan de nosotros tanto como nosotros
necesitamos de ustedes.
Quizá en algunos casos sepamos más que
ustedes y podamos enseñarles del mundo. Guiarlos y protegerlos.
Quizá.
Ustedes necesitan de nuestro amor,
presencia y aceptación.
Pero paradójicamente son ustedes quienes
nos abren también la posibilidad de amar, estar presentes y aceptar.
Son quienes nos permiten ver el mundo con
otros ojos. Desaprender lo que no es vigente y aprender nuevas cosas.
Sus conductas indeseables, los estados
que nos impacientan e irritan, sus enfermedades y patologías, sus emociones desbordadas, su desobediencia y terquedad,
Nos incomodan, nos obligan a movernos, a cuestionarnos, a mirar más a fondo.
Si somos valientes y aceptamos la
invitación,
nos lleva también a mirarnos adentro, para encontrar en nosotros eso que tanto
rechazamos de ustedes.
Desarrollar todas esas potencialidades y
sanar todas esas heridas que nos muestran como espejo.
Ver y oír gracias a ustedes, queridos niños y niñas,
todo aquello a lo que nos hemos vuelto ciegos y sordos y sentir nuevamente eso que remueven a las buenas o a las malas.
todo aquello a lo que nos hemos vuelto ciegos y sordos y sentir nuevamente eso que remueven a las buenas o a las malas.
Así que amados niños y niñas,
Aquí estoy.
Caminando este sendero con ustedes,
Estando en mi, conectando conmigo, con mi ser,
Para también poder estar y conectar con ustedes, con su ser.
Ser su mensajera, su puente, su
traductora, su acompañante, su aprendiz, su sostén, su guía.
Ser eso que al parecer vine a ser, a
pesar de mis resistencias, miedos y dudas.
Gracias.
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