La semana pasada Eloísa y Matilde se
fueron de viaje con su abuela. Una semana entera sin ellas en casa.
Primera vez.
No de separarnos, pero sí de tener una
vida cotidiana en la que ellas no estaban presentes. Al menos físicamente.
La casa tuvo un orden que había olvidado
que era posible. Pude caminar libremente sin enterrarme objetos cortopunzantes
y acostarme en la cama sin encuentros con sustancias viscosas.
Pasé noches enteras de sueño profundo, y
me desperté con una energía que ya me resulta extraña.
Salí de noche, sin anhelar el momento de
volver a la cama, y sin obligarme a pasar de las 10.
Duré un largo tiempo de buen genio, y
recuperé la paciencia que parecía extinta.
Trabajé, concentrada en la misma tarea y
tachando listas de pendientes con una fluidez sorprendente.
Comí sentada, ví televisión sin
interrupciones, dormí siestas, leí de corrido.
Recordé lo que es ser pareja y no familia.
Disfruté de un silencio penetrante y de un cuerpo, mío.
Tuve tiempo de preguntarme qué quería
hacer (y de hacerlo!)
Por una semana fue mío mi tiempo
Elegí que hacer basándome en mis deseos e
intereses
Me dediqué a mi trabajo, a mi casa, a
Nicolás… y a mi.
Las extrañé, claro
Sonreí ridículamente ante dibujos de las
paredes
Olí prendas desenterradas
Limpié pegotes escondidos con añoranza
Lagrimee voces lejanas
Amé recuerdos que me invadían
Me supe completamente feliz de ser mamá
Y también me supe feliz de ser no-mamá
Tuve una nueva claridad de lo mucho que
me gusta haber estado y estar presente en su crianza,
y también de lo mucho que me gustar ser y
hacer tantas otras cosas
Ellas, disfrutaron montones siendo las
no-hijas
Y yo sentí un gran alivio de saberme solo
una parte de su vida y de tener plena certeza de que su espacio y las
relaciones con otros son vitales para nuestra existencia.
Yo puedo ser la no-mamá y ellas las
no-hijas
Nuestro vínculo trasciende el tiempo y el
espacio.
¡Què lindo! añoro mis dìas de no mamà. Ser la dueña absoluta de mis tiempos, mis planes y mi pareja.
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