miércoles, 2 de octubre de 2013

Sólo sé, que nada sé

Por Ana María Constaín







Amadas Hijas,

Antes de que nacieran creía que sabía mucho.
Creía entender mucho sobre niños. Conocer mucho sobre crianza.

Y entonces naciste tu Eloísa, y luego tu Matilde. Y poco a poco todos estos conocimientos se fueron tambaleando. Tanto hasta caerse.
Su presencia fue derritiendo los contenidos de mi mente. Una mente que luchaba (todavía un poco) por aferrarse a lo que me daba seguridad e identidad.
En esta lucha me he sentido morir. Porque de alguna forma un parte de mi lo ha hecho.
En medio de la angustia he navegado en un caos bastante insoportable.
Porque este caos que trajeron a mi vida,
mi mente … no lo pudo comprender.
Ni explicar.
Ni predecir.
Ni controlar.

Antes estaba convencida de que podía.
Ustedes, amadas hijas, me despertaron de esta ilusión.

Y me dejaron desnuda ante un mar de confusión en el que tantas veces he estado a punto de ahogarme. Intentando aferrarme de mis conocidos salvavidas.
Buscando la lógica en el misterio de la vida.

Amadas Hijas,
Les confieso ahora que ya no tengo ni idea de lo que hago.
Ya no tengo planes,
Ni certezas,

Las contemplo día a día y me doy cuenta de que no sé que se supone que deba enseñarles.

Han revolcado mi mundo
Ahora no sé ni siquiera como hacer mi trabajo.
Cómo ayudar a madres, padres, niños que se acercan buscando respuestas.

Ya no las tengo.
(¡la verdad es que nunca las tuve!)

Me he ido vaciando.

Que gran regalo

Porque entonces, me he encontrado a mi misma.
Detrás de mi traje de experta
De mi mente explicadora
Y en ese aterrador vacío
Me doy cuenta

De que sólo sé, que nada sé.

Y que no tengo que saberlo

Qué alivio.

Que más que enseñar, puedo compartir y acompañar.  
A ustedes, a otros.
Abrirme al misterio y fluir con la vida.

Amadas Hijas,
Junto a ustedes estoy aprendiendo que las respuestas están dadas, en el silencio y en la presencia. En la entrega, la aceptación y contemplación.

Y sobretodo, en el corazón.


Gracias por existir.

2 comentarios:

  1. Estimada Ana María, querría decirte que este post es muy tentador, porque lleva directo al alivio. A alivio de la gran presión que tenemos y sentimos como madres, grandes responsabilidades, esfuerzos personales y para con nuestra progenie.
    Es tentador llevarte a sumergir en las aguas de tu post y dejarse llevar por el movimiento de las olas sin realizar ningún movimiento o esfuerzo. Casi, y digo, casi caigo en ello. Menhe dado cuenta de que como dices tú, descubrimos tarde o temprano que nada sabemos, pero desde mi punto de vista no significa que nada debamos hacer o enseñar a nuestra progenie. El estoicismo de mirarlos y esperar que las respuestas están en los silencios y que nada debemos hacer, no lo comparto. Creo que Si, debemos hacer mucho y el trabajo es titanesco. No con ellos, si no con nosotras mismas, como personas. Tenemos una gran obligación y es trabajar en nosotras mismas, en nuestros lados oscuros, negros y grises. En salir de la cueva en la que nos metemos a veces y en quitarnos esa venda de los ojos que llevamos puesta. Eso es la mayor enseñanza y lo es TODO para nuestra progenie. Nuestra persona. Nuestro ejemplo. Es la enseñanza.
    Un fuerte abrazo.
    Eva

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  2. "Que más que enseñar, puedo compartir y acompañar" Muy cierto y a la vez difícil de aplicar, me encanta ese proceso que describes y como al final quedas vacía pero llena! Un abrazo!

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