jueves, 22 de agosto de 2019

Fuego

Este fin de semana, de una forma muy sincrónica e inesperada, acepté una invitación a participar en una ceremonia de los 4 altares, con Carmem Mason. Una mujer que sin duda dejó en mi una huella.
Aún es difícil poner en palabras esa experiencia, pero sin duda me atravesó de una manera contundente.
Al llegar al altar del 🔥 fuego, el mensaje de Carmen me llegó profundo, así lo recibí yo al menos.
A este altar se llega para hacerse adulto. Hacerse responsable de si mismo, dejar el lugar de víctima en donde culpamos a todos de lo que nos pasa, llegamos después de honrar y agradecer nuestras raíces, nuestro padre y madre, integrando nuestro femenino y masculino, reconociendolos en nosotros.
Al fuego 🔥llegamos quemando las estructuras, todo lo que creíamos saber, todo lo que ilusoriamente nos sostenía.
Nos ponemos de frente con el ego, y vemos en el fuego nuestra verdad.
De este altar no podemos irnos sin enfrentarnos con nosotros mismos, sin quemar todo aquello que no nos sirve y sin sabernos dueños de nuestra vida y creadores de nuestra realidad.
En esa noche fui testigo de un fuego que se levantaba del agua. Un fuego que no se apagó aunque la lluvia estuvo presente con fuerza. El fuego que trajo al águila que permite ver las cosas con perspectiva.
Un fuego que sentía en el corazón, calentandome en una noche larga y dura, en la que por momentos creí no poder atravesar.
De ese altar del 🔥 fuego, llegamos al altar del viento. El reino del corazón ❤️. Allí la inocencia del niño nos muestra que poco más es necesario. Un corazón abierto que ama incondicionalmente.
Hay mucho más de toda esta experiencia, pero desde ayer, el fuego que arde en la tierra, me trae las imágenes de esta ceremonia.
No puedo más que escuchar los rezos de Carmen, que dulcemente me invitan a mi adultez.
A dejar de señalar a todos los culpables, incluyéndome a mi misma, observar mi mente que intenta controlar la situación, la ira tan propia se las llamas devoradoras, y dejar que en mi se quemen las estructuras que ilusoriamente me sostienen.
Esa noche el agua no apagó el fuego, así como el agua no se detuvo cuando le implore que cesara porque sentía que iba a morir de frío.
Esa noche reiteré lo poco que sé y lo poco que entiendo, del gran misterio de la vida. Me vi creyéndome capaz de controlar la naturaleza y al mismo tiempo impotente ante un ser que tantas veces pongo como Dios.
Quizá no es ni lo uno ni lo otro.
Porque no somos entes separados, ni victimas, ni victimarios.
El fuego sin duda atrae la atención de todos.
¿Qué es eso que tenemos que atender?
¿Estamos tan separados de políticos, empresarios, capitalistas y tantos otros que consideramos responsables de esta catástrofe?
¿Ponemos en las fuerzas naturales el castigo de los dioses o su rendención?
¿Ponemos a la humanidad como centro de toda la existencia, victimaria y malechora, inconsciente y destructora? O como víctima de fuerzas castigadoras?
¿Cómo nos ponemos frente a los eventos que nos aterran y duelen y nos generan impotencia?
Si como es afuera, es adentro,
¿qué se incendia en nuestro interior?
¿ Cómo esta nuestro propio fuego?
¿Lo estamos controlando o le estamos hechando más leña dejando que se desborde?
¿Que tanto estamos frente a este altar del fuego viendo nuetsra propia verdad, sin culpa y sin huidas? ¿Que estructuras está este fuego deshaciendo?
¿Que nos muestra está mirada águila que hoy las cámaras nos regalan, más allá de los juicios y el miedo que se propaga más rápido que el fuego?
¿Y como podemos abrir el corazón?❤️

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