Amadas hijas,
Seguramente nos habrán oído decir a los adultos más de una vez ¡No todo en la vida es juego, hay cosas más importantes!
Amadas hijas
No se lo crean.
Es verdad que a veces hay que hacer otras cosas, como ordenar, comer, vestirse o lavarse los dientes. Cosas que nos ayudan a cuidarnos y organizarnos. También tenemos que dormir, y pasar largos ratos en el carro para desplazarnos por la ciudad que es bastante grande.
¡No todo puede ser divertido! Les decimos con frecuencia. Si no aprenden esto pronto, van a sufrir mucho.
Y pues si. Quizá es verdad que no todo puede ser divertido, porque en esta vida humana, todas las emociones son parte de la realidad. Pero eso no significa que la vida no sea juego.
Amadas hijas,
Justamente creo que eso es lo que hemos olvidado los grandes. Que la vida no es más que un juego.
Nuestro problema mayor es que nos tomamos todo demasiado en serio. De alguna manera aprendimos que la vida es un esfuerzo continuo. Un camino arduo en el que tenemos que ir rápido para llegar muy lejos. No podemos perder el tiempo. Imaginando tal vez que al final está el éxito y con él la felicidad. El juego, creemos, solo nos distrae y nos aleja de la meta.
Amadas hijas,
Ustedes, los niños, no se preocupan por ningún camino, y solo quieren jugar. Jugar para ustedes es hacer lo que se siente bien, lo que les gusta, lo que les interesa, lo que les invita a crear y experimentar un mundo nuevo que se abre ante ustedes. Esto es maravilloso.
Pero los adultos ya tenemos muchos planes para ustedes. Planes para seguir este camino del que les hablé. Y jugar no está en estos planes. Tal vez por algunos ratos, porque al final, son niños, nos decimos. “Es importante el juego en el desarrollo”, hemos oído. Así que tal vez lo incluyamos en el plan.
Los dejamos jugar, eso sí a nuestra manera. O al menos la que nos parezca más conveniente. A veces para llevarlos a nuestras metas. Otras para poder descansar porque llevar a cabo nuestro plan es agotador. A veces nos sentamos a jugar con ustedes. También hemos oído que los papás deben jugar con sus hijos y nosotros lo queremos hacer bien. Es bastante aburrido a veces y ustedes se dan cuenta. En todo caso nos esforzamos para parecer divertidos.
Rara vez los dejamos jugar a su manera, sin intervenir, controlar, dirigir u opinar.
Amadas Hijas,
Jueguen.
Exploren. Creen. Imaginen. Inventen. Muévanse. Escalen. Rueden. Canten. Bailen. Pinten. Den volteretas. Improvisen. Usen los juguetes como quieran. Hagan unos nuevos. Cambien la lógica. Combinen las fichas. Hagan mezclas de plastilina. Construyan casas y guaridas. Usen disfraces sin sentido. Rian. Peleen. Hagan sus propias reglas.
Jueguen. Hagan de cada momento un juego. Ustedes saben, como transformar un viaje en el tráfico pesado en una aventura en el espacio. Pueden convertir el baño en un cuento de sirenas, la comida en un baile de alimentos, y la ida a dormir en una función de circo.
Nosotros estamos muy cansados insistiendo en ser serios. Tenemos afán. Las regañaremos. Somos los monstruos gruñones de su juego.
Amadas hijas,
Insistan.
Poco a poco vamos despertando. Su juego colorea nuestra vida y va infiltrándose en nuestras mentes adormiladas. Sus risas aflojan los gruñidos y nuestras carcajadas van pudiendo liberarse de la cárcel de “lo importante”. Al ritmo de sus faldas bailarinas se van descongelando nuestros cuerpos, y tantas veces terminamos papa y mamá bailando en medio del desayuno.
Jueguen.
A su manera. No nos dejen arruinarlo todo. Nosotros iremos encontrando nuestra propia forma de jugar para no tener que vivir a través suyo lo que no hemos sido capaces. Iremos dejando de lado la obligación para abrir espacio al placer de vivir. Deteniendo el tiempo que nos hemos inventado, y abandonando los planes prestados, para jugar este juego que es la vida.
Jueguen, que como ustedes saben, la vida es gozo, y cuando vienen oleadas de emociones, no es más que para traernos mensajes, que en el lenguaje del juego llegan claramente. La tristeza puesta en escena, la rabia que dirige peleas de animales, el miedo que se esconde en refugios de cojines, las heridas que se sanan con flores o el dolor que viste notas musicales.
Amadas Hijas,
En el juego vive su alma.
Jueguen y muéstrenme la mia
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