No me gustan los castigos. Ni sobornar a los niños con
premios. Estoy en desacuerdo con el conductismo tipo Nanny S.O.S.
Al menos hasta que fui mamá.
A medida que Eloísa crece, es más frecuente que salgan de mi
boca estas frases que tenía catalogadas como prohibidas. - “Si no comes no hay
postre”, “Si te sigues portando mal, no te presto el Ipad”, “si no te empijamas
ya, te quedas sin cuento”, “Así como estás de grosera crees que te mereces ir
al parque?”
Me desconozco. Es todo lo que no esperaba decir a la hora de
criar a mis hijos.
Soy mucho más de la idea de que aprendan las consecuencias
naturales. Que se sientan aceptados y amados incondicionalmente. Que hagan las
cosas por motivación propia e interna.
Pero a mi teoría le hacían falta unos cuantos factores. Principalmente el agotamiento que implica
estar con los hijos día y noche, olvidando en gran parte cualquier tipo de
pasatiempos y actividad adulta.
Además de que ellos no tienen que asumir solos esas
consecuencias de sus actos. Ahí va toda la familia en el paquete.
-¿Se atascó de chocolates? – Viene una noche de desvelo.
-¿No se quiere poner los zapatos? – Esperen todos con maleta
al hombro y bebé colgado a que este lista.
-¿No quiere ir al baño antes de salir? – Busque baño en la
mitad de un trancón, si no es que el episodio acaba con pantalones y silla del
carro mojados.
Tampoco estaba en mis cálculos el deseo natural de los niños
por contradecir a sus papás. O pedir, pedir, pedir y pedir sin límite alguno. –“Es
que no estás contento con nada!” ... Las frases parecen vivas. Salen de mi boca
sin pedir permiso alguno.
No tenía en cuenta que las patadas, gritos y golpes vienen
en los momentos de mayor saturación. Ni las negociaciones interminables por
cada pequeño detalle del día. Pareciera que “yo quiero” es suficiente razón
para cualquier disparatado pedido.
Ahora que nació Matilde, la cosa se complicó aún más. Porque
no hay manera humanamente posible para cubrir las necesidades de ambas al mismo
tiempo. La exploración de Eloísa y su libre expresión son completamente
incompatibles con el ambiente tranquilo que aclama Matilde. La independencia y autonomía que la
caracterizaban, brillan por su ausencia, y ahora no hay manera de separarla de mi
ni para hacer sus cosas favoritas. Mi espectro de atención simplemente no
alcanza para las demandas de ambas.
A veces me veo tentada a callar pataletas con dulces y
televisión. Porque además los niños (o al menos Eloísa) tienen esta gran
capacidad para hacer lo que más irrita a
sus padres. Ella tiene una habilidad innata de encontrar todos y cada uno de
mis puntos débiles.
Llevo mucho tiempo esforzándome más allá de mis límites. Por
supuesto, sintiéndome culpable por el trauma que estoy causándoles
constantemente. Por mi incapacidad para atender sus necesidades para su sano
desarrollo. Por imponer mi autoridad, sin escucharlas. Por decir NO casi tantas
veces como respiro. Por no
comprenderlas. Preguntándome qué es lo que hago mal. Porque unas niñas amadas y
con sus necesidades satisfechas deberían ser más tranquilas. Menos demandantes.
Más “fáciles”.
- Cuánto juicio en mi cabeza, cuántas exigentes expectativas.
He aprendido a sentir esa culpa y dejarla ir. Mirar todas
esas etiquetas con las que califico y dejarlas ir. Observando con más
conciencia, con más compasión y aceptación, me he dado cuenta de que si bien en
el fondo sigo pensando lo mismo, también he integrado todas esas variables a
una teoría que dejó de serlo para convertirse en experiencias vivas.
Así que en casa, aprendemos a convivir, creando un espacio
para las necesidades de todos. En donde los adultos somos adultos y los niños,
niños, y todos tenemos un lugar. Para Ser. Para expresar lo que sentimos, por
inadecuado que parezca. Hacer lo que nos gusta, respetando a los otros.
Cuidando, reparando. Poniendo límites que van danzando con el flujo de la vida.
Aprendiendo de los diferentes ritmos y permitiéndonos las equivocaciones.
Frustrándonos. Retirándonos cuando
empezamos a lastimar. Abrazando cuando podemos consolar. Aprendiendo a esperar
y compartir. Creando nuevas maneras constantemente. Siendo firmes cuando así lo
sintamos. Permitiendo la diferencia, los encuentros y desencuentros. Amándonos
incondicionalmente.
Todos.
Siendo familia.
Sigo en mi camino de desapegarme de los debería. Confiando
en mi capacidad de amar y desde ahí nutrir, contener y acompañar independientemente
de si estoy siguiendo o no las pautas ideales.
Haciéndome la vida más fácil y más gozosa.
Día y noche estas cuando son bebés, luego la cuerda se va soltando.Cierto que no es nada fácil porque ese tipo de mensajes chantajistas son muy rápidos y efectivos. Hasta que no te pongas el pijama no puedes poner la tele. Tampoco es sencillo que vivan las consecuencias. Hoy por ejemplo, he descubierto que uno de mis hijos ha hecho corte con las tijeras a un almohadón a una funda nórdica y a otra pieza que se pone en la cama. Primero he empezado con el tema de que cuando yo era pequeña y me enfadaba con mis padres en ocasiones podía intentar pensar cosas para fastidiarles, les he recordado que los sigo queriendo igual que no los voy a reñir, pero quiero que me lo cuenten y no digan YO no he sido. ¿Que consecuencia pueden llevar a cabo? pues si, que lo cosan, pero primero han de reconocer que lo hicieron. No es nada sencillo educar.
ResponderEliminarTodo lo que cuentas de tu hija mayor para mí es muy lógico, no lo hace por fastidiar, esta intentando recuperar la madre a tiempo total que tenía. Conozco grandes fracasos en la educación de hijos que para que les dejen tranquilas, jueguen todo lo que quieran a la play, te llevare a comer comida basura etc. Ahora no pueden ni saben sacar al niño de los privilegios que adquirió por la llegada del nuevo hermano para que no agobiara. Con el tiempo vamos aprendiendo, para tu tranquilidad te digo que en cuanto la pequeña cumpla los 4 o 5 por fin se respira, ya no hace falta estar tan pendiente mirando a ver que peligro les puede suceder.
Día y noche te reclaman cuando son bebés o acaba de nacer un hermanit@ (tu tienes los dos ingredientes), luego la cuerda se va soltando. No es nada fácil lo de las consecuencias. Hoy por ejemplo, he descubierto que uno de mis hijos ha hecho corte con las tijeras a un almohadón a una funda nórdica y a otra pieza que se pone en la cama. Primero he empezado con el tema de que cuando yo me enfadaba con mis padres en ocasiones podía intentar pensar cosas para fastidiarles, les he recordado que no los voy a reñir, pero quiero que me lo cuenten y no digan YO no he sido. ¿Que consecuencia pueden llevar a cabo? pues si que lo cosan, pero primero han de reconocer que lo hicieron. No es nada sencillo educar.
ResponderEliminarLa tentación de callar las pataletas con lo que quieren es el camino más rápido para construir monstruos malcriados, conozco varios y con eso se sufre más todavía.
Tranquila, que cuando la pequeña cumpla los 4 veras cómo esto se convierte en agua de borrajas.
Yo también me descubro diciendo cosas que salen por inercia de mi boca y que no tienen nada que ver con la manera como se supone quiero criar a Sara.. es difícil pasar del "dicho" al "hecho" cuando tenemos tan interiorizadas otras cosas, cuando estamos cansadas, cuando no damos más. Es un ejercicio permanente de conciencia y paciencia - el arte de la paz- que nos cuenta montones y que nos lanza de bruces a nuestras debilidades y lugares más oscuros. Te mando un abrazo gigante lleno de empatia y comprensión.
ResponderEliminarIsaac tiene 6 meses de concepción, aún no ha nacido y ya siento los temores de la crianza. Lo más parecido que ahora experimento es la crianza de mi perro que tiene 6 meses. Se que puede ser una comparación extraña, pero este fin de semana, luego de que Máximo ladró y lloró toda una noche, mi esposo y yo no supimos que más hacer, así que el golpe con el periódico fue una opción desasertada que trajo culpa todo el puente!!
ResponderEliminarSiento que de alguna manera la experiencia con Máximo me va acercando a lo que será la experiencia con Isaac, es raro y me siento explorando un mundo completamente desconocido.
Bueno, ya habrá tiempo para cada cosa, por ahora es lo que es, y esto es lo que hay.
Mónica