lunes, 21 de mayo de 2012

Ser mamá de noche


Por Ana María Constaín 

Después de una buena racha de buenas noches, Eloísa se despierta en la madrugada: “Mamá, aquí conmigo”… (en el colchón en el que duerme, al lado de nuestra cama!) Sonámbula me levanto, me acuesto a su lado, y la abrazo. “consiénteme mamá”. Le acaricio la cabeza. Ella se voltea y me dice: “Estoy feliz”.  Nos quedamos dormidas otra vez y me quedo ahí las horas que nos quedan de sueño antes de que se despierte pidiendo su banano de rutina.

Esta es mi manera de ser mamá de noche. Después de dos años de batalla, encontramos como familia una forma en la que las necesidades de todos fueran atendidas. (Al menos parcialmente!!).

Y es que ser mamá de noche, ha sido tal vez, lo más difícil para mí. Entre otras cosas porque ha sido una de las cosas con las que más me he peleado. Con la que más me ha costado estar en el presente sin proyectarme a futuros catastróficos.

En nuestro intento por que Eloísa pase la noche, o más bien, por nosotros poder pasar la noche!, hemos leído y probado cuánta cosa hay por ahí.
Podría escribir un libro sobre todas las teorías que me he inventado sobre por qué se despierta tanto. Desde su nacer por cesárea, hasta unas bastante más esotéricas, acerca de seres de otras dimensiones. Mis hipótesis han sido variadas. He pasado por revisar mis estados emocionales, quitarle la leche entera o regular el calor y el frío, por nombrar solo algunas.

Ella ha dormido a nuestro lado, con nosotros, encima de nosotros, en su cuna, en su cama. En nuestro cuarto, en su cuarto.
Hemos seguido rutinas estrictas, intentado seguir sus patrones de sueño.
Por la casa han pasado cuántas hierbas, gotas y baños asociados al dormir.
Y músicas, sonidos, luces y silencios.
Eloísa se ha dormido hacia el sur y hacia el norte.
Libre de ondas electromagnéticas.
Con chupo, con tetero, con muñeco, con cobija, con agua… y sin ellos.
La hemos arrullado, balanceado, cantado, paseado, la hemos dejado acostada hasta que logre conciliar el sueño ella sola… (es decir NUNCA)
Desde Duérmete Niño, hasta Dormir sin Lágrimas, han pasado por mis manos unos cuantos libros. Todos por supuesto contradictoriamente opuestos.