Por Ana María Constaín
Semana 39. Rompo fuente a las 3am. Siento una gran felicidad
porque el parto soñado inició. Paz inmensa. Calma. Conexión.
Doce horas después el panorama es bien distinto. Acostada en
la sala de preparación al parto de la clínica. Un centímetro de dilatación.
Contracciones que apenas empiezan a regularizarse a punto de Pitosín.
-Hay que hacer una cesárea-. Las palabras más temidas. Las
que ya había descartado horas antes cuando Matilde empezó a abrirse espacio al
mundo.
Tristeza. Rabia. Incomprensión. ¿cómo es posible?, ¿Por qué
mi cuerpo se resiste a dilatar?,¿Qué hice mal?, ¿Qué tendría que haber hecho
diferente?
-No puedo creer que otra vez esté pasando lo mismo.. digo
entre lágrimas.
-Es lo mismo. Pero no es igual. Me dice Nicolás. La
diferencia está en cómo lo vivamos.
Algo intenso se transforma en mi interior. Está en mí hacer
de esta experiencia algo diferente. Solo en mí. Lo de afuera es solo una
proyección de mi interior.
La cesárea, es cesárea. Una imagen muy alejada de el
nacimiento ideal que tenía en mente.
La cesárea es el nacimiento de Matilde. El que es. Amoroso.
Porque nuestro amor la acobija. Porque los médicos y el personal, dentro de su
propia visión, dan lo mejor de sí. Y sobretodo porque dejo de decirme a mí
misma que esa no es una buena manera de nacer.
Nace Matilde. Nuestro día en la clínica es luminoso. Las
enfermeras amorosas. Sin luchas. Sin resistencias. La cesárea sana rápidamente.
Luego la lactancia, una vez más una historia repetida.
Intentos por todos lados. Preguntas, bombardeándome la cabeza.
Puedo ver mi ego. Mi rabia conmigo misma por no haberlo
logrado. Si todo lo he hecho bien, si hice la tarea. Si llevo tres años, desde
que nació Eloísa, mirándome, trabajando esa cesárea, esa no lactancia.
Aprendiendo a fluir, a confiar según yo.
Es lo mismo, pero no es igual.
Lo veo claramente. Esta en mí cambiar la situación.
Aceptarme. Amar mi cuerpo con sus limitaciones. Aceptar el universo con sus
misterios. Soltar el control. Soltarlo de verdad. Rendirme al aquí y ahora, sin
resistirme a lo que es.
Aceptar mi tristeza sin cargarla de culpa. Sentir mi rabia
sin convertirla en indignación. Sentir el amor que me une a Matilde.
Entonces llega la
bronquiolitis. Al mes y medio. Como Eloísa. Pero, ¿si la cuide tanto? ¿Si la protegí
de tantas maneras? ¿Si hice todo lo que había que hacer?
¿De qué sirve tanto esfuerzo? ¿qué es lo que no he trabajado
en mi?
Es lo mismo, pero no es igual.
A ritmo lento. Sin afán. Con presencia. Esta bronquiolitis
llega cuando empiezo a subir el ritmo. A sentir que ahora sí lo he conseguido.
Que este postparto si pude estar bien. Siempre intentando encajar en el mismo
modelo de éxito.
Matilde me recuerda que los bebés no responden a esa lógica.
No entienden de planes. De futuro. Son pura presencia. Una meditación
constante.
Su bronquiolitis me devuelve a ella. A estar en casa. A
vivir el postparto, atravesarlo. Con sus ires y venires. Aprendo a permanecer.
Sin muchas expectativas. Aceptando mi desesperación. Mi encierro. Mi sensación
de ahogo. Mi angustia. Mi miedo. Mis creencias. Dejándolos estar. Dejándolos
ir. Sabiéndome más que eso. Sabiendo que todo pasa. Y que en este momento
presente todo es perfecto, tal y como es.
Siendo instinto, a medida que mi mente se silencia por
pequeños momentos. Estando en calma y en paz, cuando por instantes vivo en
Aceptación.
Sintiéndome en abundancia, cuando me permito vivir en
agradecimiento.
Sintiendo mi corazón expandirse, cuando se que soy Amor, y
que lo demás no es tan importante.
Sabiendo que transformándome,
Puede ser lo mismo, pero no es igual.
Es iluminador, la transparencia de tus palabras, tus sentimientos, tus pensamientos, Yo siento que los hijos muchas veces, nos muestran eso que necesitan y también eso que necesitamos. un abrazo! Y bendiciones para ti y tu familia!
ResponderEliminarUf!!! Anita, después de tantas revoluciones con las mayores, viene el aprendizaje de la calma, después de la tormenta viene la calma, parece una imagen del I CHING, es propicio el encierro, jajajajajaja. Te escucho, y escucho a Paloma, en sus ritmos lentos!!! Cada hijo nos enseña lo nuevo y en este caso lo nuevo es lo lento....
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